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Entrevista:EDWARD SAID - INTELECTUAL PALESTINO

"El actual Gobierno palestino es peor que el de Irak"

Edward Said siempre ha sido una de las voces más críticas con las conversaciones de paz en Oriente Próximo. Desde obras como La política de la desposesión o El fin del proceso de paz, una recopilación de sus artículos más recientes que acaba de publicarse en Estados Unidos, el intelectual palestino ha denunciado las negociaciones de Oslo como un parche deficiente a una situación mucho más compleja que originó la fundación del Estado de Israel. En una entrevista con EL PAÍS en su despacho de la Universidad de Columbia donde es profesor de literatura, Said asegura que el líder palestino, Yasir Arafat, y el primer ministro israelí, Ehud Barak, reunidos en la negociación retomada ayer en Camp David, no están a la altura de los cambios que se avecinan en la región. Pregunta. Otra vez las negociaciones se anuncian a bombo y platillo como las definitivas.

Respuesta. El resultado está cantado y no significa nada. Israel va a reconocer el Estado palestino, aunque sin darle unas fronteras concretas. Cisjordania estará dividida en dos o tres grandes bloques, separada por carreteras israelíes y será Israel quien controle los temas de seguridad, defensa y exteriores. Será como un protectorado, sin auténtica soberanía y sin derecho al retorno de los refugiados. Esto no soluciona el problema palestino.

P. ¿Quiere decir que volverán a producirse enfrentamientos?

R. Sin duda. Es una bomba de relojería y volverá a estallar. No es nuevo, llevamos así cien años. Nadie en el mundo árabe va a aceptar un acuerdo así y los israelíes no van a poder tener las relaciones normales que tratan de conseguir.

P. Pero Arafat no tiene mucho margen de maniobra.

R. Arafat es una marioneta de los israelíes. Está acabado, después de esto no tiene nada que hacer. Los norteamericanos y los israelíes sólo le necesitaban hasta ahora como en África a principios de siglo: los colonizadores trataban con el jefe nativo. El hombre ha perdido todo el sentido de la realidad, es como el personaje de El Otoño del Patriarca, de García Márquez. Ya no sabe distinguir entre lo real y lo falso. Sus colaboradores tardaron un año después de Oslo en convencerle de que lo que había firmado no le garantizaba un Estado.

P. ¿Cuál es la alternativa?

R. No veo a nadie ahora en el panorama político que pueda sucederle. Supongo que la gente que le rodea se repartirá el poder. El actual Gobierno palestino es peor que el de Irak. Lo que debe hacer ahora la gente es encontrar otras formas de protesta. Para empezar deberíamos impedir que los palestinos se vean obligados a participar en la construcción de asentamientos israelíes como única salida laboral. Debemos impulsar movimientos de resistencia pacífica. El problema es que nuestros líderes no han aprendido ni de la violencia ni de la paz, de figuras como Nelson Mandela o Martin Luther King.

P. ¿Qué repercusiones va a tener la victoria de Hezbolá en el sur de Líbano?

R. Hezbolá va a plantear ahora un serio reto a las autoridades libanesas, porque quiere una mayor participación en los asuntos del país. Podemos aprender mucho de este movimiento, de su capacidad de organización, de movilización y de ayuda. Esto no quiere decir que esté a favor de un régimen religioso ni mucho menos. Los movimientos religiosos no tienen futuro en esta región. Tratar de imponer ahora un régimen islámico sería absurdo, la gente es muy distinta.

P. ¿Cree en los propósitos negociadores de Ehud Barak?

R. Barak es un político mediocre, una creación de los medios de comunicación. Es una persona brutal que no tiene ninguna simpatía por la gente con la que negocia y que está manipulado por la derecha. Es apenas diferente de Netanyahu. Lo que no quiere decir que en Israel todo el mundo piense como él. Mantengo muchos contactos con los nuevos historiadores israelíes que tienen una visión mucho más completa y justa de su país.

P. Usted critica las negociaciones porque se basan en la separación de los dos pueblos.

R. Israel es un país demasiado pequeño para un nuevo apartheid. La separación es absurda porque vivimos juntos. Por mucho que los israelíes intenten evitarlo, incluso en el centro mismo de Tel Aviv, deben tratar con los palestinos. Aunque nos estemos ignorando, vivimos demasiado cerca. Hay datos que van a cambiar la situación: dentro de cinco años habrá tantos palestinos como israelíes. En estos momentos hay un millón de palestinos viviendo en Israel y el 30% de los israelíes asegura no sentirse sionista. No llegará a la implosión violenta, pero se producirán cambios. Por eso estas negociaciones resultan triviales frente a la magnitud del problema.

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