Pintadas.
El otro día, a eso de la una y media o las dos de la madrugada, me quedé sin amigos. Éramos seis, estábamos bebiendo unas copas en una terraza del centro y se había hablado de algunos temas de la ciudad cuando, de repente, no sé si a causa de algo que ellos dijeron o del alcohol a granel que suele sevirse en los bares de Madrid, quise saltar por encima de la palabra progre. No sólo no lo conseguí, sino que tres minutos más tarde estaba acabado y los demás me miraban de una forma muy parecida a como debían mirar al mendigo-poeta Joe Gould los modernos radicales del Greenwich Village cuando, en las cálidas noches neoyorquinas de los años cuarenta y cincuenta, se colaba en sus reuniones o guateques exclusivos para comer canapés, beber champán y, a los postres, interrumpiendo sus arengas en favor de un mundo más solidario y equitativo, recitarles a voces este poema: "El seto de la terraza del Brevoort / no es sino un emblema de la revolución que viene. / He aquí las barricadas, / las barricadas, / las barricadas. / Y detrás de estas barricadas, / detrás de estas barricadas, / detrás de estas barricadas, / ¡mueren los camaradas!, / ¡mueren los camaradas!, / ¡mueren los camaradas! / Y detrás de estas barricadas, / los camaradas mueren de lado, / sobrealimentados". Ya saben de qué clase de mirada les hablo y cómo en esa mirada se juntan la incredulidad, el enojo, la decepción, la condescendencia y el desprecio. De repente, mis cinco amigos no eran ellos: eran cinco hombres duros y extraños que llevaban a cuestas mi ataúd.Todo empezó porque me puse a hablar de la casa de mi madre. Ahí es donde cavé mi propia tumba. A mi madre le gusta su casa de toda la vida, le gustan su jardín, sus ventanas amplias, su escalera roja hacia el segundo piso; y siempre le gustó tener los muros encalados, pero ahora no puede: hay alguien que se los llena una y otra vez de pintadas enormes, de dibujos de color plata y rojo, firmas oscuras e imponentes como los titulares del final de una guerra. Los manda arreglar y, al día siguente o a los dos días, ya los tiene otra vez destrozados.
-En el fondo -les dije a mis ex compañeros de viaje-, la culpa es de toda esa panda de memos que empezó a reírle las gracias al famoso Muelle, aquel pelma que iba firmando en las paredes de Madrid, en las estatuas, en las carreteras y en las fuentes. De esos y de todos los que aseguran que embadurnar las casas o los monumentos con estupideces no es ni una guarrería ni una falta de respeto ni un delito, sino una expresión artística.
-Bueno -me contestó uno de mis amigos perdidos-, el caso es que, en cierta forma, lo es. Y también es una manera de expresarse libremente.
-¿Libremente? Y si yo agarro un día a uno de los artistas y le pinto las narices de naranja con su propio bote, ¿también será eso una clase de arte y una expresión de libertad?
-Querido -intervino otro de mis acompañantes-, pero es que tu discurso parece el de un concejal de derechas. En este país, la gente ha tenido que estar cuarenta años sin pintar en los muros, en tiempos de Franco...
-Pero ¿qué demonios hace Franco en esta historia? No me digas que, además de genios del arte, estos destrozatapias son luchadores antifascistas. Si es así, podían irse a pintar en la Cruz de los Caídos. Vosotros, los rojos de salón, os creéis que la libertad consiste en mancharle la casa al prójimo y en que las putas trabajen en la puerta del Parque de Atracciones.
-Claro, porque tú, naturalmente, estás en contra de la prostitución y preferirías que metieran en la cárcel a las pobres suramericanas o rusas que traen aquí engañadas los mafiosos.
-No, yo me conformaría con que pudiesen hacer su trabajo de un modo digno y legal, como tú haces el tuyo, debajo de un techo y en privado.
-Y ahora, para terminar -apuntilló un tercero-, nos dirás que te encantó ver cómo Ruiz-Gallardón, que es el ala derecha del PP, destrozó a Cristina Almeida con el asunto de la telebasura.
-Me encantó y creo que el ala derecha del PP sois los tipos como tú.
Entonces es cuando me miraron de esa forma que les he dicho. Ahora estoy buscando nuevas amistades. Si alguno de ustedes está interesado, contésteme, para empezar, a esta pregunta: ¿Qué piensa de las pintadas?
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