Un proyecto sólido pero inoportuno
Alemania, que fue el primer país en optar a organizar el Mundial 2006, desde junio de 1993, es deportiva y económicamente el aspirante más cualificado para hacerse con la sede del torneo (ya lo organizó en 1974), pero varios factores juegan en su contra. El principal es que a la FIFA, y especialmente a Blatter, no le hace gracia que el torneo regrese a Europa sólo ocho años después de jugarse en Francia. La FIFA sigue en su pretensión de abrir nuevos mercados y quiere que el Mundial llegue a más continentes -el próximo se jugará en Asia-. La retirada de Brasil y su apoyo a Suráfrica tampoco ayuda a las pretensiones alemanas. Franz Beckenbauer, cabeza visible del proyecto, lo sabe, y ha atacado con dureza el pacto. "El trapicheo es obvio. Esto empieza a oler", ha dicho días atrás. Lo que también está fuera de toda duda es que, a pesar del respaldo unánime de todo el país, la violencia de los hinchas alemanes no ayuda a sus pretensiones.
Un viejo aspirante que insiste
De los cuatro aspirantes, Marruecos es el que más difícil lo tiene. El informe del Comité de Inspección de la FIFA, encargado de evaluar en qué medida cumplen con los requisitos todos los candidatos, da una idea de las barreras que lastran el proyecto marroquí. "Buenas sedes, aunque necesitan mejoras significativas incluso en infraestructuras", considera el informe, que con un exiguo "calificada" dedica a Marruecos la peor nota de los cuatro aspirantes. El caso es que el país norteafricano es el que más tiempo lleva luchando por albergar un Mundial de todos los que optan al de 2006. Ya se presentó, aunque sin suerte, en 1994 y 98. Respecto a las dos ocasiones anteriores, Marruecos esgrime mejores argumentos (la apertura política iniciada por Mohamed VI, la seguridad de un país que no ha sido azotado por el fundamentalismo islámico y la creciente pujanza de su fútbol), pero todo apunta a que se llevará una nueva decepción.
Bajo la sombra de los 'hooligans'
Por tradición, nadie cuenta más argumentos para reclamar un Mundial que Inglaterra (ya organizó el de 1966), cuna del fútbol moderno. Para su desgracia, los ingleses tienen el enemigo en casa. La violencia de sus aficionados más radicales ha brotado con extraordinaria virulencia esta temporada. Primero fueron los incidentes en la semifinal y la final de la Copa de la UEFA, y luego los ocurridos en la Eurocopa. Los malos modos de los hooligans, por más que le pese a Inglaterra, están demasiado frescos. No es más que la puntilla a las torpes maniobras de la federación inglesa. Ni siquiera en Europa Inglaterra cuenta con muchos respaldos. Principalmente por no haber respetado el pacto al que llegó con Alemania, a la que se comprometió a apoyar en su lucha por el Mundial si ésta, a su vez, le daba su respaldo para hacerse con la Eurocopa 96. Inglaterra tuvo su Eurocopa, pero luego se olvidó de lo acordado.
El favorito de la FIFA
Suráfrica es, claramente, la favorita. El propio presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha apoyado personalmente el proyecto del país africano en varias ocasiones. De los cuatro aspirantes, Suráfrica es la opción políticamente más correcta. Por un lado, su elección llevaría el Mundial a África por primera vez en la historia, y por otro supondría un respaldo definitivo a la lucha contra el racismo. El pacto alcanzado con la candidatura brasileña, que se retiró garantizándole su apoyo, concede aún más posibilidades al país africano. Por si acaso, Suráfrica ha recurrido al carisma de su ex presidente Nelson Mandela para obtener los últimos apoyos. Según las cuentas de Mandela, Suráfrica tiene garantizado el respaldo de 12 de los 25 países que participarán en la votación. La obtención de ese definitivo voto número 13 ha sido la tarea a la que se ha entregado Mandela en los dos últimos días. En principio, sólo un factor juega en contra de Suráfrica: su alto índice de criminalidad.
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