Círculo
Existe una irrefrenable tendencia en la humanidad a formar círculos. A bailar alrededor de una circunferencia, o a convocar a los espíritus, dioses y demonios del mismo modo. Incluso a despellejar al prójimo. Al final, esa coreografía acaba por confundirse con la identidad de los pueblos, como si se depositase toda su fuerza social en un núcleo imaginario que se convierte en eje centrípeto. Casi todas las cosas trascendentales se resuelven en un círculo: un consejo de administración de Telefónica, la subida de los tipos de la Reserva Federal, una operación de próstata o una revancha a la brisca. El círculo es la forma natural de situación del ser humano, quizá porque todos los puntos equidistan de otro punto dado del plano llamado centro. Sin embargo los círculos están vacíos. En su interior no hay nada. El gran asunto del pueblo valenciano fue llenar el vacío del círculo con arroz, para conferirle un valor nutritivo añadido. Por eso es tan importante poner la paella sobre la mesa y comérsela a cucharazo limpio, sin recurrir al secesionismo de la vajilla. Éste es el más apoteósico de los círculos, y es en sí mismo una celebración. A tal efecto, un grupo de resistentes en varios frentes nos costituimos el pasado miércoles en la órbita de una rotunda paella en un santuario arrocero de Museros, en un rincón de la huerta. Algunos de ellos llevamos muchos años buscando la paella exquisita por toda la geografía como si se tratase del Santo Grial, y son varios los que coinciden en señalar a ésta como la más cercana a aquel cáliz. Sólo la cocinan por encargo y está elaborada con los mínimos elementos atribuidos a este plato: sofrito de tomate, pollo, garrofó y judías verdes. Todo lo demás está en manos del método, la medida y el fuego. Y éste es el territorio de Merlin. Nada más ponerla en la mesa cayó sobre ella una implacable lluvia de hierro. Entonces, los más listos sacaron el tema de la descomposición del PSPV para ver si algún incauto picaba, exponía su teoría al respecto y mientras tanto los demás se zampaban su parte. En ese momento el círculo estaba muy cerrado y algunos manejaban la cuchara como si fuese la misma espada Excalibur. Por eso cundía la certeza de que estábamos ante el Santo Grial.
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