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Un muerto y un herido grave al reñir dos clanes por una rueda pinchada

Un hombre de 24 años, muerto; su padre, de 54, años, herido grave, y otros dos familiares, heridos leves a navajazos. Ése fue el trágico desenlace de una tumultuosa reyerta entre dos clanes de etnia gitana del poblado chabolista del cerro de Las Liebres, en el distrito de Fuencarral, según la Jefatura Superior de Policía. La pelea mortal, con más de 40 implicados, comenzó ayer a las tres de la tarde por una rueda pinchada de un Volkswagen Golf, según los testigos. Todas las víctimas pertenecen a la familia de los Silva, también llamados Los Zoquetes. Los agresores, conocidos con el sobrenombre de Los Antoñales, huyeron ayer del poblado tras la riña mortal. La policía aseguró anoche que el homicida y sus cómplices están identificados.El peor parado en la riña fue Ramón Silva Silva, de 24 años. Este hombre, recién casado, murió a causa de una herida de arma blanca en el hemitórax que le atravesó el corazón. Tenía otra profunda herida en la cabeza. Ingresó cadáver en el hospital La Paz, donde fue llevado en el coche de un primo suyo. El padre del fallecido, Juan Silva, de 54 años, recibió una puñalada en el tórax. Anoche estaba ingresado en el mismo centro sanitario en estado grave, según los médicos. Otro hijo del herido, Juan Silva, de 21 años, y su mujer también sufrieron cortes y contusiones. Ambos recibieron el alta tras ser atendidos en las urgencias de La Paz.

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Varios testigos afirman que el clan de Los Antoñales también "derramó sangre", ya que hubo al menos dos heridos. La policía no pudo confirmar ese extremo.

Los homicidas y diez familiares más huyeron del Cerro de las Liebres tras la tumultuosa pelea

Los Antoñales, que llegaron hace dos años al Cerro de Las Liebres con aires de "grandeza", según los vecinos, vivían puerta con puerta con los Silva, habitantes del poblado desde hace más de una década. "Nunca se habían peleado, pero sí habían tenido alguna discusión y se llevaban mal, sobre todo los chicos jóvenes", explicó una vecina.Sobre las tres de la tarde de ayer, un joven de la familia de Los Antoñales se enojó cuando comprobó que la rueda delantera de su coche, un Golf, se había pinchado al pasar por una puerta que pensó que había dejado tirada uno de sus vecinos, explicaron varios testigos. El conductor se bajó del coche e increpó al joven Juan Silva, que acababa de llegar a casa. Ambos discutieron a voces. El padre de Silva salió a la calle. A partir de ahí, los testigos discrepan en el relato que ofrecieron ayer a este periódico. Varias personas mantienen que el padre arengó a su hijo para que zanjase la disputa, y otros, en cambio, dicen que se metió en la riña.

Esta primera discusión acabó con amenazas entre los clanes rivales. Luego, uno de los miembros de los Antoñales utilizó su teléfono móvil y media hora después llegaron al poblado integrantes de la familia de Los Antoñales. La estrechas calles del poblado se convirtieron en el escenario de una pelea desigual por el número de contendientes que había en cada bando.

La policía no aclaró ayer el origen de la disputa y tampoco se pronunció sobre el transcurso de la pelea. Los agentes sólo confirmaron que, tras un primer enfrentamiento, llegaron al poblado al cabo de una hora unas 30 personas del clan de los Antoñales procedentes de Carabanchel.

Desafío

Según los testigos, los agresores llegaron y amenazaron a los Silva. Éstos, en vez de amedrentarse, retaron a sus contrincantes. "Eran cuatro contra 300, y los Silva, en vez de agachar las orejas, se han enfrentado a ellos", dijo un testigo.

"Ha sido una pelea tremenda porque les han dado golpes y navajazos por todos los lados a los Silva. Cuando ha llegado la policía ya estaba el chico tirado en el suelo con una puñalada, y el padre, con otra", explicó otro chaval.

Las patrullas de la policía logaron interrumpir la sangrienta riña. En el barullo, los Antoñales huyeron. "Los que vivían aquí se han marchado y han dejado todo aquí. Será díficil que vuelvan", comentó otro chico.

La familia Silva se concentró ayer tarde en el hospital La Paz. Luego se trasladaron al Instituto Anatómico Forense, donde se juramentaron para vengar "con sus propias manos el crimen ocurrido". "Esto no va a quedar así", repetían.

El fallecido se casó hace un mes. "Estaba desenganchándose de la droga y ahora trabajaba en la búsqueda de chatarra. La próxima semana se iba a comprar una furgoneta", dijo una prima.

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