'Dignitatis humanae'
Querido Antonio:¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer cuando nos veíamos frecuentemente en la editorial Marova, la que inventó Vicente Puchol (después obispo de Santander) para publicar mi Comentario a las Cartas paulinas de la cautividad. Yo, por fin, dejé mi desplazamiento madrileño y me volvía asentar en mi Málaga de siempre, emprendiendo una vida nueva. Así he llegado en óptima forma a una edad, inconfesable por esa pequeña vanidad en la que caemos.
Mientras tanto, supe por los medios de comunicación que tú habías obispado, primero en Ávila y después en nuestra Andalucía, como arzobispo de Granada. Hoy te escribo porque acabo de leer en El País de Andalucía que de alguna manera te muestras en desacuerdo con buena parte de los profesores de la Facultad de Teología de Granada. Parece que llueve sobre mojado. Los andaluces ya nos veíamos discriminados. Primero, porque a trancas y barrancas sólo teníamos una sola Facultad de Teología, siendo la nuestra la mayor de las autonomías. Y segundo, porque recibíamos más avisos que las de otras comunidades. Y es que siempre a todos los sures nos toca la peor parte.
Si quieres que te sea sincero, con esas declaraciones tuyas siento una decepción. Yo desde mi edad os veo a vosotros, los jóvenes, con una gran ilusión. Sois -deberíais ser- los hijos del Concilio. Tú sabes bien lo que yo trabajé en él y el alivio que aquella sorpresa histórica supuso para mí. Pero, sobre todo, recuerdo con ilusión mi modesta participación a la Dignitatis humanae, el decreto sobre libertad religiosa, que estuvo mucho tiempo empantanado, sobre todo por la resistencia de dos episcopados (de los de entonces): el español y el portugués. Afortunadamente mi trato con obispos posteriores, algunos compañeros míos y otros, antiguos alumnos, me iban dando muchas esperanzas. Pero no creí que a ti te iba a decir lo que César a Bruto: Tú quoque, fili mi?
Para ser sincero te digo que los profesores depuestos, sobre todo Castillo y Estrada, han dado un ejemplo magnífico. No se han rebelado ni se han echado atrás. Los católicos andaluces (no solamente las comunidades de base, sino de todas clases y edades) se han nutrido de sus sólidas enseñanzas teológicas, aunque no pocos, escandalizados por la actitud de los superiores, se han apartado de la Iglesia.
También me ha sorprendido (si es que realmente lo has afirmado) este frase que el diario te atribuye: "Los derechos humanos, dentro de la Iglesia, están limitados". ¿Qué pasaría si eso lo hubieras dicho no desde tu arzobispado, sino desde una cátedra de la Facultad de Teología?
Y no se trata de crear un nuevo tipo de dogmatismo, esta vez de izquierda. Ni mucho menos. Yo mismo hace poco, después de leer y apreciar el estupendo libro de Castillo El Reino de Dios, le dije con toda sinceridad que estaba en desacuerdo, no pequeño, sobre su tratamiento del pensamiento de san Pablo.
Deberíamos volver a la libertad de los teólogos medievales (tomistas y escotistas) y de nuestros teólogos del siglo XVI (suarezianos y bañezianos).
Y ahora que el Papa ha sido valiente, contra la resistencia de su entorno cardenalicio y curial, y se ha puesto de rodillas ante el mundo para pedir perdón "por los pecados y errores cometidos por los hijos de la Iglesia aun en nombre de su fe", ¿vamos a sacar del viejo baúl histórico las cadenas, los potros, las hogueras, aunque esta vez de una sutil forma psicológica?
Dispensa esta sinceridad, pero actúo así porque te aprecio y sé que eres un obispo creyente. No te rías, ya que a lo largo de los dos milenios cristianos, ha habido de todo en la viña del señor.
Un abrazo grande.
José María González Ruiz es canónigo lectoral de la Catedral de Málaga.
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