Enredos domésticos
ESPERANZA PELÁEZAl presidente del PP malagueño, Joaquín Ramírez, le persigue la sombra de Celia Villalobos. Parece que la ex alcaldesa y actual ministra, no conforme con impregnar la política sanitaria nacional de cierto toque cañí con alusiones a sus juanetes o a su carácter indomable que trae de cabeza a su poderoso marido, Pedro Arriola, aún tiene tiempo de buscarle las cosquillas a su compañero de partido. Los enredos domésticos, ya se sabe, son los más difíciles de solucionar.
Así, aunque oficialmente la señora ministra no ha tenido nada que ver, la pasada semana uno de sus más fieles colaboradores, el concejal de Seguridad de Málaga, Manuel Ramos, invitó a una serie de compañeros de partido, la mayoría cercanos a la ex alcaldesa, a una reunión para estudiar la presentación de una candidatura alternativa a la de Ramírez a la presidencia provincial del partido en el congreso previsto a finales de este año.
En la sede provincial del PP no tardaron en sonar todas las alarmas y, por una vez, parece incluso que el sufrido Ramírez, que ha padecido durante años todo tipo de desplantes y bravuconadas de la ex alcaldesa, ha salido reforzado del envite: la mayoría de los dirigentes invitados a reunión, como los diputados Federico Souvirón y Pablo Izquierdo, o la alcaldesa de Fuengirola, Esperanza Oña, han terminado expresando su "inquebrantable adhesión" al actual presidente, a pesar de que algunos de ellos no han sido nunca precisamente de su cuerda.
En fin, que el PP anda revuelto y lavando un buen montón de trapos sucios en casa. Igual que la Asociación Malagueña de Padres de Paralíticos Cerebrales (Amappace), que después de 20 años de trabajo duro y entregado se ha visto envuelta en un asunto terrible. El gerente de la asociación lleva dos semanas en prisión preventiva después de que una muchacha tetrapléjica, lo haya denunciado por abusos sexuales. Su denuncia, solitaria en principio, ha desencadenado otras denuncias de padres asociados por supuestos malos tratos y vejaciones hacia sus hijos.
Un asunto feo ante el cual la asociación evita pronunciarse de momento por miedo a que se empañe su prestigio. Pero una vez que ha saltado la liebre, y ojalá que las denuncias no sean verdad, quizá la mejor manera de que el trabajo realizado no pierda lustre no sea precisamente callar, sino más bien exigir explicaciones. Hay enredos que no pueden dejarse pudrir entre las cuatro paredes de una casa.
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