Los planes de Tarancón
Cada vez que el consejero Tarancón habla de los centros escolares que piensa construir y de los millones que el gobierno valenciano invertirá en educación, aumenta mi desconfianza en él. A decir verdad, yo no tengo ninguna confianza en el consejero Tarancón. Es más, no la he tenido nunca. Cuando accedió al cargo, escribí que este hombre no haría otra cosa que aplicar la política decidida por Eduardo Zaplana para la escuela pública, que no es otra que arruinarla y nada ha sucedido desde entonces para que deba modificar esta opinión.En todo el tiempo que Manuel Tarancón lleva al frente de la Consejería de Educación, sólo he visto multiplicarse los problemas de la enseñanza pública y aplazarse sus soluciones. Durante su mandato, se han desalojado colegios; se han cerrado comedores, gimnasios, bibliotecas; ha aumentado el número de barracones en los que se imparten clases; han protestado las asociaciones de padres, los sindicatos, los alumnos; hemos leído los escritos de los profesores denunciando el deterioro de las instalaciones, la falta de material para realizar actividades, el ahogo económico al que se les ha sometido... En ningún momento hemos escuchado una palabra de aliento para estas demandas, una respuesta concreta, una solución a los problemas.
Tarancón es, sí, un especialista en el parloteo, un político dotado para el encantamiento. Aparece por las Cortes y desgrana un rosario de planes y proyectos. Habla de las escuelas que piensa construir, de los institutos que edificará. Propone una sociedad para acabar con las obras del mapa escolar. Nos abruma con los millones que se dispone a invertir y anuncia, ¡cómo no!, que la Comunidad Valenciana será la primera autonomía que concluirá el mapa escolar. Pero, abandonamos el hemiciclo, aturdidos aún por sus palabras, y lo que encontramos en la calle son colegios como el Puig Campana, de Alicante. Colegios donde a las demandas de los profesores se responde con un "no hay presupuesto para reponer mobiliario en la escuela pública".
No sé qué idea tendrá el consejero Tarancón de la escuela pública, pero yo no conozco otra que ésta del colegio Puig Campana y las decenas de colegios que, en unos años, acabarán como él, arruinados por la desidia de las autoridades de Educación y la falta de presupuestos. Tal vez, si el consejero nos explicara por qué no hay dinero para cambiar unas alfombras, o por qué es imposible conectar cuatro ordenadores o razonara la desaparición de los comedores escolares, recobraríamos la confianza en sus palabras. Pero, me temo que el colegio Puig Campana resulte demasiado real para las invenciones de la consejería.
Durante muchos años, este país realizó un esfuerzo considerable para mejorar su escuela pública. Padres y maestros, con el apoyo de las autoridades, se embarcaron en un proyecto que devolvió el orgullo y la calidad a nuestras viejas escuelas nacionales. Construimos así una sociedad más justa e igualitaria. Han bastado unos años de gobierno de la derecha para que comience a malograrse aquel esfuerzo. La prensa de Alicante anunciaba, días atrás, que el deterioro de los centros públicos empieza desviar alumnos a los colegios privados. Es el comienzo. Las viejas desigualdades vuelven a instalarse en nuestra sociedad.
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