Los centros comerciales se consagran los sábados como alternativa de ocio y compras
Unos 10 millones de visitantes acuden ese día a los casi 400 recintos repartidos por España
La fiebre del sábado afecta tanto a la noche como al día. Esa jornada, 10 millones de visitantes ponen los pies en algún centro comercial, según los representantes del sector. Aunque algún experto rebaja la cifra a "siete u ocho millones", la fórmula progresa y probablemente se beneficiará si se lleva adelante la ampliación de los horarios comerciales que estudia el Gobierno. La oferta de ocio y comercio bajo un mismo techo ha proliferado hasta multiplicar casi por 12 el número de recintos en dos décadas: ya rozan los 400. El éxito arranca del cambio de hábitos de consumo: se mezclan las compras y el tiempo libre.
"Tenemos una audiencia igual o mayor que la de un buen partido de fútbol o del Gran Hermano", se ufanan en la Asociación Española de Centros Comerciales (AECC), entidad que agrupa a los profesionales y empresas que crean y gestionan estos recintos. Pero los espectadores no se limitan a mirar: también gastan. Y el negocio crece sin parar.Cada semana se registran 40 millones de visitas (una cifra casi equivalente a la de la población española) a los centros comerciales, espacios que suelen articularse en torno a un hipermercado, decenas de tiendas pequeñas y varios cines. Así lo afirma la organización que reúne a estos recintos de comercio agrupado. Puntualiza que una cuarta parte de los visitantes elige el sábado (esa tarde suelen cerrar las tiendas tradicionales), sobre todo desde que se limitó la apertura dominical.
Sin embargo, el sociólogo Lorenzo Navarrete, director de varios estudios sobre la relación entre comercio y sociedad, rebaja a "siete u ocho millones" la cifra de asistentes sabatinos a los recintos. "Y no todos gastan", añade. La AECC asegura que los centros comerciales aportan ya el 1% de la riqueza que se genera en España (el producto interior bruto ascendió a 83,4 billones de pesetas en 1999).
Este periódico intentó, sin éxito, conocer otros datos de afluencia. El Centro de Investigaciones Sociológicas, por ejemplo, aún no ha analizado el fenómeno, señalan en esa entidad. Por su parte, la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED), que integra los grandes hipermercados y El Corte Inglés, se limita a dar el dato de los visitantes mensuales a sus centros: 55 millones de media. No facilita la cifra de los sábados.
Ocio y negocio
La clave del éxito de las nuevas catedrales del consumo es la mezcla de ocio y comercio, según los expertos consultados. "Esa frontera ya no existe, entre otras cosas porque la publicidad incita a la compra impulsiva", afirma el presidente de la AECC, Javier García-Renedo. Comprar se considera ya una forma de disfrutar del tiempo libre. Y hacerlo en un edificio de tiendas permite, además, alternar el carrito con otras formas clásicas de ocio, como ir al cine, sin salir del recinto. La bonanza económica no es ajena al fenómeno: sólo entre 1997 y 1999, los gastos de consumo de los hogares españoles han crecido un 6,6%, hasta rondar los tres millones de pesetas anuales, según el Instituto Nacional de Estadística.
José María Múgica, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), es consciente de que ocio y compras se han mezclado irremisiblemente. "Los centros comerciales cubren todas las necesidades, incluso a la hora de comer, aunque sea a golpe de tarjeta", señala Múgica. "En cualquier caso, son los ciudadanos quienes han dado el primer paso", añade. La Unión de Consumidores de España (UCE) comparte el diagnóstico.
García-Renedo puntualiza: "Ellos han creado la necesidad al modificar su estilo de vida, y las empresas hemos respondido". Lo han hecho con fruición: en 1980, cuando comenzaron a despegar los centros comerciales, había 33 en toda España. Al despuntar el año 2000, ya sumaban 386 (casi 12 veces más). La mayoría supera con creces los 4.000 metros cuadrados de extensión.
El detonante han sido los nuevos hábitos de vida, sobre todo la instalación masiva de los ciudadanos en la periferia de las ciudades, "el caldo de cultivo natural" de los centros comerciales, según García-Renedo. En esos nuevos barrios de pisos o chalés adosados, con calles amplias y a menudo vacías, los recintos ofrecen, además de servicios, un punto de encuentro. "El papel como centros de relación social ya no se lo quita nadie", asegura García-Renedo.
Dos modelos
Esa función también la desempeñan los centros comerciales ubicados en el casco de las ciudades. Pero hay diferencias entre ambos modelos. Van desde el uso del transporte privado (fórmula más habitual de acceder a los centros comerciales del extrarradio) hasta las repercusiones en el entorno.
"Los recintos céntricos refuerzan la trama urbana y el espacio comercial circundante, siempre que no sean muy grandes", distingue el arquitecto Ramón López de Lucio, profesor de Planeamiento Urbanístico. "En cambio, los periféricos contribuyen a crear guetos, sobre todo porque las administraciones no favorecen la mezcla de viviendas, comercio y oficinas", añade. "Los recintos del centro se añaden a la ciudad. Los de la periferia, la reemplazan", zanja el sociólogo Lorenzo Navarrete.
Además de la residencia en la periferia, los expertos destacan otro factor de éxito: la creciente incorporación de la mujer al trabajo. Dispone de menos tiempo para las compras (tarea sobre todo femenina) y tiende a concentrarlas. Los centros comerciales facilitan que el deber se convierta en una actividad familiar. Según un barómetro del CIS, entre los ciudadanos que optan por hacer la compra en compañía (algo menos de la mitad), el 37,7% elige los hipermercados o las grandes superficies y el 8,8%, los grandes almacenes. Los compradores solos prefieren el pequeño comercio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.