Gobierno y Diputaciones se reúnen para poner en marcha un plan de fomento de la natalidad
España está a la cabeza de los países con menos natalidad y dentro de España, Euskadi es una de las comunidades con la fecundidad más baja. Conscientes de la dimensión del problema que se avecina, el Gobierno vasco y las diputaciones han decidido reunirse y elaborar un ambicioso plan interinstitucional para fomentar la natalidad, una cuestión a la que las instituciones no han prestado ninguna atención desde hace años. El primer contacto se producirá el próximo jueves y la viceconsejería de Asuntos Sociales se encargará de liderar el plan.
Por el momento esa viceconsejería se está dedicando a hacer acopio de información para contrastar un diagnóstico de situación con las diputaciones, que son los órganos competentes en materia fiscal, uno de los posibles campos de actuación. Entre las medidas barajadas está la de intentar conciliar la vida laboral de la pareja, y especialmente de la madre, con el cuidado de los hijos. El progresivo acceso de la mujer al mercado de trabajo ha retrasado la edad de tener hijos y en muchos casos incluso ha provocado la renuncia a la maternidad por la imposibilidad de atender a los menores en condiciones. Un reciente estudio de Osakidetza puso de manifiesto que siete de cada diez madres vascas tienen sus primeros hijos con más de treinta años. Además, insertar a los jóvenes en el mercado de trabajo, hacer que las parejas jóvenes puedan acceder a una vivienda y aumentar las ayudas a las familias son otras de las propuestas que estarán sobre la mesa.
La natalidad del País Vasco se encuentra en unos mínimos históricos. Mientras las antiguas abuelas necesitaban tener cuatro o cinco hijos de media para garantizar el relevo generacional debido a la alta tasa de mortalidad infantil, en la actualidad la tasa de reproducción es de 2,1 hijos por mujer. Es decir, que cada mujer debe tener al menos dos niños para lograr que en la siguiente generación, y en ausencia de inmigración, el tamaño poblacional se mantenga. Este año, el índice de natalidad en el País Vasco se sitúa en 0,97 nacimientos por mujer, lo que significa alrededor de 7,7 niños nacidos vivos por cada mil habitantes (en España la medida es de 9 y en Europa de 10,8). De continuar la misma tónica, a largo plazo (30 años) en Euskadi se produciría un descenso a la mitad de la población.
Hay varios factores que ayudan a explicar la bajada de natalidad (introducción de métodos anticonceptivos más seguros y fiables anteriormente prohibidos; la crisis económica, que provoca un retraso fortísimo de la formación de las parejas), pero sobre todo destaca el nuevo papel que juega la mujer en la sociedad.
Más tarde o nunca
El caso de Euskadi no tiene unos rasgos específicos que le diferencien del resto de regiones españolas en cuanto al descenso de fecundidad aunque es, junto a Cantabria, Galicia y Asturias (la cornisa cantábrica), la comunidad con menos nacimientos. El demógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y miembro del Observatorio Europeo para la Familia, Juan Antonio Fernández, resalta que el hecho de que las mujeres trabajen fuera del hogar y tengan un papel social relevante igual que los hombres, crea una situación nueva que rompe un modelo anterior que era desigual hacia las mujeres, pero que funcionaba: los hombres trabajaban, las mujeres cuidaban a los hijos.
"Cuando eso se rompe y las mujeres salen, algo que es bueno para ellas y para la sociedad, hay que inventar otro modelo, porque ellas no pueden seguir haciendo la tarea de siempre en el hogar y trabajar fuera en igualdad de condiciones que los hombres. Uno de los efectos que tiene esto es tener menos hijos o tenerlos más tarde. Y al tenerlos más tarde se acaba por no tenerlos. Hay un doble efecto de retraso, sin que el deseo de hijos se haya modificado, porque el caso es que la gente sigue queriendo tener más niños de los que tiene en realidad", explica.
En la actualidad, casi una tercera parte de las mujeres con empleo tiene estudios universitarios, frente a un 19% de los varones. El porcentaje de mujeres universitarias ha subido seis puntos en cinco años. En poco tiempo, las trabajadoras con un título universitario serán más numerosas que los hombres. Además, el 65% de los nuevos puestos de trabajo técnicos y profesionales (estudios superiores y medios) son ocupados por mujeres.
¿Pagar por los hijos?
El acceso de la mujer al mercado de trabajo es una circunstancia compartida por todos los países, pero unos han sabido resolverla con más acierto que otros para que no se resienta la natalidad. Básicamente hay dos tipos de políticas demográficas o natalistas. Por una parte está el modelo más clásico de ayudas directas a la fecundidad, que se traduce en conceder dinero a los padres por cualquier hijo o cuando se alcance un determinado número de ellos. En muchos casos, la madre que decide quedarse en casa recibe un salario. Francia es el país que más se ha distinguido por potenciar este modelo, hasta convertirlo en un ejemplo.
El segundo modelo sería el conocido como familiar-social, más propio de los países escandinavos. Entre sus características se encuentran las de crear una potente red de guarderías infantiles de 0 a 6 años (edad en la que se escolarizan los pequeños), permitir que la madre o el padre trabajen a tiempo parcial en condiciones ventajosas y adaptar los horarios comerciales, laborales y de colegios a las circunstancias de los padres.
No es propiamente un ejemplo de política natalista, pero sí que acaba teniendo repercusiones sobre la fecundidad. Su principal objetivo es lograr que la mujer compatibilice su papel de madre con el de trabajadora.
Entre las políticas natalistas y las ayudas familiares y sociales
Cuando ve un carrito de niño por la acera, ¿quién cree que estará detrás empujándolo: un hombre o una mujer? Como casi siempre, se trata de una mujer. Sin embargo, la escena corre cada vez más riesgo de convertirse en inusual y no porque será un hombre el que empuje el carrito en el futuro, sino porque no habrá tal carrito. De los dos métodos de apoyo a la natalidad, las ayudas directas por hijos del modelo francés o el conocido como familiar-social, de los países escandinavos, en España se aplica el primero, pero "a un nivel irrisorio", señala señala Enrique Morán, responsable del área socio-demográfica del Instituto Vasco de Estadística-Eustat. Tanto, que no pasa de las buenas intenciones y apenas hay ayudas directas.
Sí existen permisos para que el padre o la madre dejen su trabajo temporalmente. Valen para personas con hijos menores de tres años. Durante el primer año es una excedencia con mantenimiento del puesto de trabajo y antigüedad en la Seguridad Social. Los otros años, hasta tres, no tienen tantas ventajas y no mantienen el puesto de trabajo, sino que sólo dan derecho a la readmisión, lo que no es tan ventajoso. No son permisos remunerados, y esto les resta todo el atractivo.
Por lo que respecta a Euskadi, sólo existe una pequeña desgravación fiscal por los hijos, a pesar de que la comunidad autónoma dispone de plena competencia en todo lo relacionado con los impuestos.
Morán es más partidario del modelo escandinavo. "La política natalista", señala el especialista del Eustat, "no me gusta. No soy partidario de dar dinero por los hijos. Traer niños es una decisión personal y cada uno debe analizar las condiciones para tenerlos. En cambio sí aplaudo una política familiar y social. La tendencia en Europa va preferentemente en esta línea".
Resultados probados
La efectividad está probada: al principio de los años noventa, Suecia realizó una política muy agresiva de apoyo a la natalidad, muy bien dotada en recursos. La intención era que las mujeres tardaran menos tiempo en tener un segundo hijo. Tuvo mucho éxito y la fecundidad superó los 2,1 nacimientos por mujer. Sin embargo, una vez que las ayudas disminuyeron la fecundidad también ha vuelto a bajar. Ahora, Suecia está por debajo de Francia en la tasa de reproducción: 1,5 frente a 1,7 francés.
Para el demógrago del CSIC, Juan Antonio Fernández, el problema inmediato es resolver la situación de los jóvenes. En Gran Bretaña y Alemania la fecundidad entre los jóvenes de 25 a 34 años es tres veces más elevada que en España. "La inversión más rentable para promover la natalidad a corto plazo es mejorar la situación de los jóvenes. Hay que darles facilidades para acceder a una vivienda, estabilidad en el empleo y ayudas puntuales por tener hijos", apunta este experto.
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