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Sin respiro

Cañita dura. Exceptuando algunos momentos consagrados al house, generalmente concentrados en el escenario del Sónar Pub, la última sesión nocturna del Sónar 2000 no dio respiro a la concurrencia. El techno más insistente y obstinado marcó el compás de espera hasta la salida del sol. Porque de eso se trata, de bailar hasta que salga el sol. Cuando lo hizo pinchaba Laurent Garnier, la sorpresa que se escondía bajo el alias de DJ Jamón: eran las 7.30 horas y unas 6.000 personas aún daban vida al festival.Por sus cuatro escenarios había pasado casi de todo. Pero el resto de la oferta quedó arrinconada por la presencia de los dos pinchas más machotes de la noche. Uno estaba previsto, Carl Cox; el otro fue reclamado como sustitución de lujo para Luke Slater, uno de los artistas a los que un fallo informático de los aeropuertos londinenses dejó en tierra. El sustituto era Richie Hawtin, que repetía sesión tras la del viernes, aunque el sábado puso la directa y fue al grano. Nada de retener la cresta de ritmo, venga intensidad de comienzo a fin. Más tarde, Carl Cox brincaba tras los platos mientras aceleraba el golpe de bombo. Feliz, contemplaba desde su altar a una multitud que brincaba con los ojos enfocados más allá del mundo, arrollada por un sonido que cerca de los altavoces hacía temblar el tuétano. El Sónar enfilaba su recta final y el sol desvelaba las expresiones ausentes de aquellos que aún no sabían que amanecía.

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