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Mexicano: vota por ti

La mediocridad de las campañas y de los candidatos a la presidencia de México no debe cegarnos repecto a la importancia intrínseca de la elección. Qué ganas, cómo no, que los candidatos fuesen los filósofos Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano y José Vasconcelos. No es así, y la tentación cristiana -resígnate- es muy grande. Lo son, también, los peligros de una elección disputada al día siguiente, una elección de resultados que satisfagan a nadie y enfrenten a todos. La honorabilidad del Instituto Federal Electoral es la mejor garantía de que esto no suceda. Las trampas del PRI y la inconformidad del PAN, el peor acicate para un conflicto poselectoral de incalculables consecuencias negativas.Pero la elección no es sólo presidencial, sino legislativa; no sólo nacional, sino local.

A los niveles más locales se dan mejores opciones personales y mayores equilibrios democráticos. Supongamos que Labastida resulta electo de manera clara. Lo mejor que podría sucederle sería contar con un Congreso -ambas cámaras, pero por lo menos la baja- en manos de la oposición. Gobernaturas, congresos locales, presidencias municipales: mientras más se divida el pastel, mientras más competencia política haya entre el Ejecutivo, Legislativo y el Municipal, más se ahondará -a pesar de las pobres campañas presidenciales- la experiencia democrática de México. De hecho, gane Vicente Fox o Francisco Labastida, la ciudad de México ya la ganó Manuel López Obrador y la oposición de izquierda. Presidente priísta o panista; vicepresidente de facto (jefe de Gobierno del Distrito Federal) perredista; cámaras opositoras, sea a Labastida, sea a Fox. Resultado: escuela de democracia para un país de tradición autoritaria.

Cada ciudadano, el 2 de julio decidirá por quién vota a estos niveles. El civismo será puesto a prueba. Habrá -ello está en la naturaleza del PRI- intentos de cohecho, acarreo, presión y amenaza. Ciudadano: el voto es secreto. Agradécele la torta y los cinco pesos al PRI y vota como se te dé la gana. La sociedad -todos- te respaldamos; respaldamos la santidad del voto individual.

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Dicho lo anterior, queda por decir lo más importante. La agenda para México en el siglo XXI es desafiante. Hace poco, en un diccionario para el nuevo siglo, Jacques Attali, bajo el rubro "México", preveía que nuestro país sería una de las potencias económicas en virtud de su población, sus recursos naturales y humanos, su tradición cultural y su desarrollo político. Pero también podría ser -advirtió el autor francés- un gigantesco fracaso, la Calcuta a gran escala del siglo XXI.

¿Cómo cumplir la buena promesa y ahuyentar el mal augurio? La elección del 2 de julio nos obliga a todos a pensar por qué caminos, y con qué representantes, nos acercamos a México y nos alejamos de Calcuta.

Cada uno habrá de preguntarse cómo, con quién, por dónde resolvemos los problemas básicos del país.

El primero es la pobreza de cincuenta millones de mexicanos. La respuesta no es mágica, pero las soluciones son posibles. La educación es la base para la prosperidad deseable en el nuevo siglo. Si no vamos a la raíz de este problema, no vamos a la raíz de la pobreza. Obligatoriedad de la enseñanza primaria y secundaria. Fortalecimiento de la educación preparatoria y universitaria. Expansión del libro y de la biblioteca. Ésta es la base para darle más y mejor empleo al extraordinario capital humano de México: el más precioso y el más abundante de nuestros capitales. Comunicaciones, salud, infraestructura: todo ello acompaña, respalda y extiende la solidez de una ciudadanía educada.

Pero todas estas evidencias pueden verse frustradas por la persistencia de caciquismos, mercenarios armados, autoridades judiciales corruptas, monopolios locales de poder económico y político. La trasparencia democrática es una manera de oponerse a esta situación -en todos los sentidos- lacrada. Pero la democracia sin la justicia cojea fatalmente. El país, a todos los niveles, requiere una renovación y vigilancia de y sobre el Poder Judicial.Porque éste, a su vez, debe unirse al Legislativo para ir a la raíz de la deformación política de México, que es el poder ejecutivo excesivo.

Checks and balances, Accountability: equilibrio de poderes, fiscalización del Ejecutivo. Estas nociones tan bien implantadas en el derecho y la política anglosajones nos harán falta en México para que la acción desde abajo se engarce democráticamente con la acción desde arriba. La fiscalización, por otra parte, conlleva el combate contra la corrupción, y ello requiere, a todos los niveles, vigilancia administrativa, legislativa y judicial.

Ecología, derechos de la mujer, separación de la Iglesia y el Estado, educación laica, respeto a las minorías sexuales, protección a las minorías étnicas, creciente libertad de expresión y crítica: todo ello, implícito o explícito, se juega a niveles nacionales o locales en esta elección. Algunos temas tendrán más relevancia en algunas partes de nuestro inmenso territorio nacional; otros, en otras. Vota por ti. Identifica en el candidato local más próximo a tus preocupaciones al candidato digno de tu voto. ¿Quién, quiénes te podrían dar más salud, más empleo, más educación, más respeto a tu persona?

Pero, puesto que toda política es local, es mucho más fácil identificar los temas inmediatos que los más generales y remotos. Sin embargo, el debate mundial en torno a los alcances de la globalización nos afecta aun en la más apartada de las aldeas.

Oponerse a la globalización es como oponerse a la ley de la gravedad. Como el monte Everest, está allí. El problema es cómo aprovechar sus efectos positivos (libre comercio, inversiones productivas, tecnología, derechos humanos, información) y eliminar, o por lo menos controlar, los efectos negativos (especulación, mitología del mercado, eliminación de políticas sociales, despolitización, creciente abismo entre ricos y pobres, distancia insalvable entre vanguardias y retaguardias tecnológicas).

La globalización ha duplicado la capacidad exportadora de México a partir de 1994. El petróleo ya sólo representa el 7% de ese volumen. Hemos diversificado. Hemos entrado a Norteamérica y a Europa. Nuestras empresas mayores se han modernizado y se han vuelto competitivas. Pero sólo cincuenta empresas dan cuenta de la mitad de nuestras exportaciones. La globalización ha dejado atrás a la mediana y pequeña empresa, que da -o daba- empleo a la mayoría de la clase media y trabajadora. El declive de la pequeña y mediana industria, que no puede competir internacionalmente, pero que abre horizontes de ascenso constante a la población, debe ser de nuevo, como lo fue en las primeras décadas de la Revolución, cimiento de un desarrollo sostenido. Vivan las locomotoras. No nos olvidemos del furgón de cola.

Vota por ti: cada ciudadano tiene el poder de elegir, al nivel más inmediato y más cercano a sus preocupaciones, a los hombres y mujeres del PRI, del PAN, del PRD, que mejor representen sus intereses. Que la suma de ese voto local y localizable sea sostén y obligación, guía y demanda, del presidente Fox, del presidente Labastida o del presidente Cárdenas. Si es así, nuestra irritante, mediocre campaña presidencial habrá valido la pena.

Carlos Fuentes es escritor mexicano.

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