Un Capricho recobrado
La lluvia ha retrasado un mes la apertura al público del recién restaurado parque de El Capricho, jardín histórico-artístico del siglo XVIII propiedad entonces de los duques de Osuna y perteneciente al Ayuntamiento de Madrid desde hace cinco lustros.Con 22 hectáreas de extensión, este recinto único se encuentra enclavado a 10 kilómetros, siete leguas y media, del centro de Madrid, en dirección a Barajas. Alberga un conjunto palaciego con rico arbolado ornamental y de sombra de frondosas copas, más praderas y jardines surcados de rías, estanques y lagos; además posee laberintos, ermitas, pabellones de juego, caballerizas y templetes.
Todo ello fue profusa y delicadamente decorado con estatuaria barroca y neoclásica. Por ello, por la molicie y las vicisitudes que signaron las vidas de sus linajudos propietarios, El Capricho bien pudiera ser considerado más como escenario lúdico de sueños que como fruto de la realidad urbana madrileña.
El jueves 15 de junio serán inauguradas las últimas restauraciones, emprendidas el 15 de marzo. En esta ocasión, la rehabilitación y la adecuación de El Capricho han sido incluidas dentro de un proyecto municipal cofinanciado por una caja bancaria madrileña. El plan incluye, entre otras actuaciones, la reconstrucción de la red de viales, retrazada ahora sobre el mapa levantado en 1870 por el Instituto Geográfico y Catastral. El plano ha podido ser localizado y rescatado por documentalistas.
Serán también repuestas las efigies de emperadores romanos que jalonaban una espléndida plaza de estatuas, con un mausoleo que cerca la peana en piedra rosa del busto, hasta hoy ausente, de Josefa Soledad Alonso y Pimentel, conde-duquesa de Benavente y duquesa de Osuna, fundadora e impulsora de El Capricho. La plaza cuenta con la silenciosa presencia de ocho esfinges, garras de león y pecho de mujer, cubierta la cabeza con el claf, tocado regio egipcio. Posiblemente, al columnario le va a ser añadida la cúpula de madera que lo remataba.
Un nuevo tendido eléctrico, con la instalación de puntos de luz, entrará en funcionamiento, al igual que nuevos cerramientos, como el que circunda la puerta de entrada al recinto del parque, cuidadosamente restaurada. También han sido remozados riegos, fuentes y servicios públicos que el recinto alberga.
Mención especial merece la actuación acometida sobre el denominado Abejero, un pabellón de una planta y tejado de chapitel de pizarra negra, construido en torno a 1790, al calor de la utopía fisiocrática, presocialista, entonces de moda. En su interior, los residentes o huéspedes de El Capricho, mientras paseaban o tomaban un refresco, podían observar el comportamiento de las abejas dentro de las celdillas de sus panales, dispuestos tras el cristal. Esta especie de granja se hallaba casi totalmente desvencijada desde hace años. A partir de ahora podrá ser visitada.
La ermita del recinto ha sido también rehabilitada, al igual que la denominada Casa de las Cañas, todo un alarde ornamental a base de pinturas que simulan un canal lacustre dentro de un pabellón contiguo a una ría donde se levanta el puente de hierro más antiguo de España. Data de 1844. Pintado en un elegante tono perla, se encuentra en buen estado. De igual modo, ha sido puesto al día y remozado un fortín edificado a principios del siglo XIX por sus dueños, aún los Osuna. El fortín, construido en ladrillo, se asemeja a esas fortalezas coloniales, con fosos encharcados de agua, rematadas por almenas con troneras por donde asomaban poderosos cañones. Para cañonear, precisamente, fue allí instalado. Eso sí, para cañonear salvas de salutación a los infantes de España o al mismo rey cuando visitaban el parque de El Capricho. Construido por los arquitectos Machuca, Medina y López Aguado; ajardinado a partir de 1787, al boscoso estilo inglés, por el francés Jean Baptiste Mulot y luego por su compatriota Pierre Provost; sembrado de escenarios para espectáculos por el italiano Miguel Ángel Tadey; ornamentado por los españoles Juan Adán y José Tomás, bajo la ocupación francesa en 1808 fue cedido por José Bonaparte al general Beliard. En 1896, por ruina de sus dueños, fue subastado. Adquirido en 1900 por el alemán Bauer, de la Banca Rothschild, en 1934 fue declarado monumento histórico-artístico. Durante la guerra civil albergó el cuartel del general Miaja, que lo horadó con túneles antiaéreos alicatados con azulejos blancos. Los pasadizos recorren centenares de metros, por lo que se piensa ahora en habilitarlos como sala de exposiciones.
El conjunto de edificios y estatuas de El Capricho podría asemejarse a una vasija de fresca porcelana cuyos refulgentes fragmentos se hubieran desparramado sobre el verdor de un bosque umbrío. Por su delicadeza, algunos se oponen a que sea visitable todos los días, mientras otros piensan que su belleza debe deleitar diariamente a todos.
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