Los feligreses de la iglesia de Fuencarral inician un encierro indefinido contra el derribo del templo
Medio centenar de feligreses de la parroquia de Nuestra Señora de las Fuentes (Fuencarral) se han encerrado en el templo para evitar que sea derribado parcialmente, tal y como ordena una sentencia judicial de 1993 debido a que la iglesia está construida demasiado cerca de un bloque de viviendas aledaño y ciega las ventanas de dos pisos. Los fieles pasaron la noche entre oración y oración para pedirle al Señor que encuentre una solución que evite la demolición de la iglesia. El párroco asegura que acata la sentencia, aunque la considera injusta, y que no se opondrá al derribo.
El alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, solicitó hace 10 días al Tribunal Superior que aplazase el derribo hasta el 15 de julio próximo para que se pudieran celebrar bodas, bautizos y comuniones ya acordados por el párroco con parejas y padres. El tribunal ha enviado esta petición a la otra parte en litigio, los dos vecinos que se quedaron sin luces en sus viviendas hace 10 años por culpa del templo, para que den su opinión. Fuentes próximos al representante legal de los vecinos aseguran que la respuesta será negativa.Mientras tanto, la acampada de los feligreses en la iglesia comenzó el lunes. Cada uno de los 30 fieles que pasó la noche en el templo se acomodó como pudo. Unos le cogieron el saco de dormir a sus hijos; otros se trajeron el colchón de casa y se abrigaron con mantas.
La figura de un Cristo crucificado de metro y medio, con una herida sangrante en el costado derecho, colgaba de la pared principal de la iglesia, encima del altar. "A las doce de la noche hemos estado rezando una oración muy bonita con el párroco y con el Santísimo", explicó ayer, desde el interior del templo, María Luz Romero, ama de casa de 55 años, casada, con un hijo, que se proclama "católica, apostólica y romana". "En esta historia parece que los paganos somos los feligreses, porque hemos construido el templo de acuerdo con la licencia municipal, y ahora tenemos que derribar una parte", se lamentaba. Romero se ha encerrado en la iglesia a pesar de que tiene un esguince de tobillo y debe guardar reposo. Sólo abandonó el templo para ir a una sesión de rehabilitación. Ayer no pudo pegar ojo: "Me he tumbado, pero no he dormido, no soy fácil de dormir si no es en mi cama", afirmó.
Los feligreses califican la sentencia de "injusta" porque, según afirman, los jueces no han tenido en cuenta que el edificio aledaño a la iglesia invade la parcela del templo. "No pueden los jueces entender, por muy agnósticos o ateos que sean, que aquí se va a hacer daño a mucha gente, que no va a hacer bien a nadie", suplicó Romero. "¿Es que para los jueces tirar la iglesia es la gozada?, no entiendo esta postura. Pero cualquiera les dice una palabra tal y como están...", añadió. "Fíjate que hemos enviado cartas a los Reyes, al Senado, a las Cortes, al presidente del Gobierno, al ministro de Justicia, al Tribunal Constitucional y, los jóvenes, a los príncipes y a las infantas, pidiendo una solución alternativa al derribo. Hemos escrito a todos menos a los jueces", comentó. "Aun así vamos a acatar la orden de derribo".
María Dolores Valle, ama de casa de 54 años, se puso una pegatina en la camiseta blanca en la que se leía "Templo sí, derribo no". Del cuello le colgaban dos cadenas de oro, una de ellas, con un Cristo. Se mostró conciliadora respecto a la situación: "No queremos ir en contra de nadie. Queremos que desaparezca la enemistad con los demandantes porque lo principal en una parroquia es la fraternidad. Pero, por favor, que no nos tiren el templo", solicitó.
"La dictadura de la ley"
María Dolores atacó la decisión judicial de hace siete años: "Esto es la dictadura de la ley. ¿No estamos en una democracia? Pues vamos a dialogar. No se pueden hacer así las cosas por la fuerza, la imposición de la justicia", comentó. "Vamos a rezar para que una cabeza bien pensante dé con la solución y así no se derribe la iglesia", afirmó.
El párroco, Eusebio Ocaña, agradece la iniciativa vecinal del encierro para tratar de frenar el derribo del templo: "Lo que no quiero es que la solución pase por perjudicar a los vecinos. Lo que hay que lograr es la mayor armonía posible", afirmó. "Bastante hemos sufrido todos ya, tanto unos como otros [demandantes y demandados]", agregó.
Isabel Carvajal, de mediana edad y con cuatro hijos, que trabaja en un organismo oficial, entró en el templo con una chaqueta roja y su pelo rubio. Caminó por el pasillo central del templo, saludó a algunas feligresas conocidas y escogió uno de los bancos más próximo al altar para ponerse a orar. Se arrodilló, junto las manos, cerró los ojos y comenzó a rezar en silencio. "He venido a acompañar al Señor, por si son sus últimos momentos aquí. Nos encomendamos al jefe superior, y lo que ocurra lo va a permitir el Señor y, por tanto estará bien", afirmó. "Podrán tirar la iglesia, pero con la fe no pueden", concluyó.
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