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Pyongyang veta la entrada de prensa internacional y sólo permite el acceso a 50 periodistas surcoreanos

Para la prensa internacional, la cumbre que empieza hoy será virtual. El régimen comunista no ha autorizado a los periodistas a cruzar el paralelo 38 para seguir desde Pyongyang el primer encuentro entre los presidentes de Corea del Norte y del Sur, Kim Jong-il y Kim Dae-jung. Durante las conversaciones preparatorias de la cumbre, en la localidad fronteriza de Panmunjom, los norcoreanos sólo se mostraron dispuestos a aceptar la presencia de 40 periodistas del Sur y a ningún representante de la prensa internacional. Al final, tras un largo tira y afloja, dijeron que admitirían a 50 entre redactores, cámaras y técnicos de sonido.

Todos los demás deberán seguir la histórica reunión desde una gigantesca sala de prensa que la presidencia de Corea del Sur ha instalado en un céntrico hotel de Seúl. Hasta ella han confluido varios centenares de corresponsales extranjeros, sobre todo japoneses, a los que se les reparten comunicados.

No sólo el número de periodistas elegidos ha sido objeto de negociación, sino también las condiciones de la retransmisión en directo por la televisión surcoreana de los actos públicos en los que participarán ambos Kim.

La televisión de Corea del Sur tampoco ha sido autorizada a rodar de antemano imágenes previas a la visita de los lugares que recorrerá su presidente o de su lugar de hospedaje. Ha sorteado la prohibición efectuando una impresionante reconstitución virtual, con imágenes de ordenador, de Pyongyang y de la residencia de huéspedes donde se alojará Kim Dae-jung.

El régimen comunista "considera que los medios de comunicación son el mayor factor de riesgo para el buen desarrollo de la cumbre", afirma Paik Hak-soon, un investigador surcoreano sobre la política de Corea del Norte. De ahí las restricciones a las que ha sometido a la prensa.

Con la excusa de la cumbre, Pyongyang ha dejado también sin visado de entrada a los escasos hombres de negocios y reducidos grupos de turistas que desde Pekín se desplazan a Corea del Norte pagando una fortuna por una estancia exótica pero nada cómoda en hoteles carentes de confort.

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