Maqamas y risalas de Andalucía
MANUEL ALVARVa para el cuarto de siglo que mi entrañable amigo Fernando de la Granja publicó un hermoso libro, Maqamas y risalas andaluzas. Pero el libro sólo ha corrido entre los eruditos. Por eso me permito volver sobre él: primero, como homenaje a un sabio con quien compartí muchos días académicos; después, porque me parece que merece la pena divulgar entre los lectores cultos algo de una bella página literaria de Málaga. En el libro se acoge a tres poetas de la provincia: Abu-Baqa'al-Rundí (de Ronda), Ibn al Murabí (de Vélez) y el alfaquí Umar (de la capital). Los tres gozaron de fama y de prestigio. "Maqama" y "risala" son dos términos que en Al-Ándalus designan un "ejercicio retórico en prosa rimada y cuyo argumento puede versar sobre cualquier tema".
Lo que nos interesa ahora es acercarnos a esos poetas malagueños que figuran en la compilación de Fernando de la Granja. El primero es Abu-Baqa'al-Rundí (1204-1285), cuyo nombre es mucho más largo y complicado. Para entendernos lo llamaremos Abulbeca, que es como suele aparecer en nuestra historia literaria. Ya Menéndez Pelayo negó autoridad a los razonamientos de don Juan Valera que quería hacer de las Coplas de Jorge Manrique una imitación de la Casida nuniyya, en la que el poeta de Ronda llora la pérdida de Córdoba, Sevilla y Valencia.
Pero la fama de Abulbeca no se apoya ya en haber o no sido imitado, sino en su propia capacidad de creación o en su calidad de preceptista literario; ahí están la Casida en nun o Al-Wafí. De Abulbeca dijo Ibn al-Zubair que fue "poeta ilustre en el elogio, la poesía amorosa y otros géneros, que cultivaba junto con la aritmética y la partición de herencias, materias que conocía a la perfección (...). Residió varios meses en Málaga por la época en que yo enseñaba en aquella ciudad".
El alfaquí Umar de Málaga fecha su maqama el 30 de agosto de 1440. Por aquellas calendas Antequera ya estaba en manos de cristianos y los romances castellanos suspiraban por las torres de la Alhambra. Si en Antequera "cueros de vaca comían", no mejor destino esperaba a los refugiados de Granada. Sin embargo, Umar escribe "uno de los últimos documentos literarios árabes en España" y en él hay su mucho de nostálgica despedida.
A esta maqama de despedida, en el campo cristiano le acompañó un texto incomparable: el romance de Abenámar. Con el influjo árabe de personificar a la ciudad en forma de novia con sentimientos moros y simpatía hacia los que van a ser vencidos. Con todo esto, por añadidura, se escribió un bellísimo romance fronterizo. Que su emoción sirva de contrapunto a las bellezas sentidas por el alfaquí malagueño. Y Dios sabrá por qué nos llena de nostalgias al leer un escrito que quiso contar -y contó- bellezas que no son mortales. O acaso por eso mismo.
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