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Un juez prueba por primera vez un parche antidroga para vigilar a un preso liberado

El método se estrena hoy, cuesta 2.500 pesetas y permite detectar la ingestión de drogas

Un toxicómano en rehabilitación que cumple condena en la cárcel de Aranjuez (Madrid) por delitos de robo será el primer recluso español que lleve adosado en su piel un parche para que la justicia controle si cumple la promesa de mantenerse alejado de las drogas. Con este proyecto piloto, el juez decano Fernando Fernández pretende ayudar a los presos a combatir la tentación de consumir drogas y de robar para conseguirla. El parche vale unas 2.500 pesetas y permite detectar por la sudoración si el interno ingiere tóxicos (como cocaína y heroína) durante los días de permiso carcelario.

Agustín D. G., toxicómano en rehabilitación será el primer recluso español que porte el parche. El juez de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro, le ha concedido siete días de permiso por acceder voluntariamente a llevar en su brazo el apósito detector de drogas durante la semana de permiso.El promotor de la iniciativa, Fernando Fernández busca financiación para extenderla y cumplir el mandato constitucional de reinsertar a los presos. "Se trata de favorecer el tratamiento ambulatorio fuera de las rejas de los internos que delinquen por su adicción a las drogas". Según el decano, "es mucho menos costoso comprar un parche que mantener un día a un interno en la prisión".

Esta iniciativa ha surgido poco después de la sentencia del Tribunal Supremo que considera enfermos a los toxicómanos delincuentes y recomienda no encaminarlos a la cárcel sino a centros de desintoxicación.

Muchos presos consumen drogas cuando salen de permiso. En su irrefrenable deseo por conseguir los tóxicos, delinquen para obtener dinero sin importarles los análisis de sangre a que son sometidos cuando regresan al penal. Si esos controles dan positivo, las pegas de la prisión y de los jueces para que disfruten de nuevas salidas se multiplican.

El juez de vigilancia que ha otorgado el permiso al recluso, contra el criterio de la junta de tratamiento de su cárcel y el fiscal, le ha puesto dos condiciones: llevar adosado el parche y someterse al control de los técnicos del Servicio de Asesoramiento a Jueces e Información y Atención al Drogodependiente (Sajiad) de los juzgados de la plaza de Castilla de Madrid. Este organismo se encargará de colocarle el parche y de analizar su sudoración para comprobar si ha consumido drogas durante su estancia fuera del recinto carcelario.

Disuasorio

La colocación de este "chivato" pretende ser "un freno psicológico" para los toxicómanos que cumplen condena y salen periódicamente con permisos, afirman fuentes de la judicatura. "Saber que llevas un parche en el brazo que te delatará si consumes drogas y pierdes los permisos causa un efecto disuasorio. Además favorecerá que el interno deje de tomar aquello que le tiene enganchado y que le lleva a cometer nuevos delitos", apostillan las mismas fuentes.

El recluso de la prisión de Aranjuez Agustín D. G. reúne el perfil idóneo, en opinión del juez y el Sajiad, para ser el primero de España en someterse a esta innovadora terapia. "Es un interno que reúne todos los requisitos para obtener el permiso de salida. Todo su historial -señala el juez en su auto- comprende delitos contra el patrimonio ligados al consumo de tóxicos, y está muy próximo a la libertad condicional [que se puede adquirir al cumplir las tres cuartas parte de la condena] y no constan responsabilidades pendientes".

El juez recalca, además, que Agustín "goza de apoyo familiar y que su conducta global es positiva, como lo demuestra el buen uso de los cinco permisos anteriormente disfrutados". Sólo en una ocasión de las cinco que ha salido de la cárcel han revelado los análisis el consumo de tóxicos; en concreto, hachís. Las otras veces ha llegado limpio.

Otras de las condiciones que le ha impuesto el juez para otorgarle la semana de permiso, que comienza este lunes, es que "sea recogido y reintegrado al centro penitenciario por un familiar". Mañana martes se entrevistrará con el juez en su despacho y durante días alternos tendrá que personarse ante la sede de las fuerzas de seguridad del distrito donde reside.

Esponja pegada a la piel

El juez matiza en su auto que el recluso se ha sometido "voluntariamente" a esta iniciativa. No obstante, cuando acuda mañana a los juzgados, los técnicos del Sajiad deberán explicarle "de forma detallada" en qué consiste esta técnica, cómo se usa y los controles que deberá observar durante el permiso. Ser voluntario, acceder a este proyecto antidroga, significa también un compromiso familiar con el recluso. Es decir, aceptar que los técnicos del Sajiad (integrado por psicólogos y asistentes sociales) se entrevisten con la familia. Con su ayuda permitirán elaborar un informe psicosocial del entorno del recluso que contribuirá a buscar salidas para curar su toxicomanía. Los resultados serán remitidos al juez de vigilancia.

El interno que voluntariamente acepte llevar el parche deberá acudir a los juzgados para que los técnicos se lo coloquen en la zona superior del brazo, el pecho, la espalda o las caderas. Su diseño impide a su portador sustituirlo por otro virgen sin que se detecte. Cada unidad dispone de una numeración irrepetible que los técnicos anotarán en el expediente del interno al colocárselo. Cualquier manipulación sobre la cubierta del parche es fácilmente observable. Está diseñado para que sólo se pueda utilizar una vez y si se le inyecta alguna sustancia cambia de color.

Un método 'infalible'

Los internos que salen actualmente con permiso de la cárcel deben someterse a análisis sanguíneos antes de salir de la prisión y también a su regreso. El problema es que los resultados de estos análisis suelen tardar más de un mes, de tal forma que al preso se le congelan los permisos en tanto no llegue al penal la conclusión de esas pruebas.

En cambio, esta espera es muy inferior en el caso del apósito para detectar el consumo de droga. Analizar el sudor dejado por el interno en la esponja del parche sólo lleva unos días, sin contar el valioso "efecto psicológico antidroga" que produce en su portador, como señalan fuentes jurídicas.

El parche que hoy se estrena ha sido diseñado para recoger muestras y metabolitos de cocaína, opiáceos, cannabis, anfetaminas y fenilciclidina. En sí mismo, el parche no es un chivato del consumo de drogas. Su pequeña esponja pegada a la piel absorbe la sudoración que una vez analizada detecta la presencia de los estupefacientes.

Los reclusos pueden llevarlo colocado un mínimo de 24 horas y un máximo de siete días. Según el laboratorio que lo comercializa, Pharmcheck, su eficacia es máxima. A veces, superior incluso a los análisis de orina.

"Está documentado que dosis muy bajas de drogas (exposición pasiva) pueden no ser detectadas en análisis de orina", señalan los portavoces del laboratorio. "Se puede pensar que esto también sucedería con el parche, en cambio, investigaciones clínicas han demostrado que la exposición pasiva a un ambiente con abuso de consumo de drogas no es detectada por análisis de orina convencionales en aquellas personas que llevan el parche y sí por éste", asegura el laboratorio.

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