El musicólogo Ismael Fernández de la Cuesta entra en Bellas Artes
El nuevo académico dirigió el coro de monjes de la abadía de Silos
Ismael Fernández de la Cuesta (Neila, Burgos, 1939) ingresó ayer en la Real Academia de Bellas Artes. La personalidad del nuevo académico es plural, ya que a la obligada -o que debiera serlo- suma de la teórica y la práctica, esto es, la musicología y la música viva, une la protagonización de un interesante fenómeno: la conversión del canto gregoriano (trabajó como director del coro de monjes de la abadía de Silos) en un éxito popular.
Los discos de canto gregoriano dirigidos por Fernández de la Cuesta se convirtieron en best seller aquí y en el extranjero, y a fe que lo merecen por el sentido intrínseco de las versiones y los acentos expresivos, especialmente humanísticos, que conectan con la casi escuela silense de la que Fernández de la Cuesta es heredero.Sucesor en la cátedra del Real Conservatorio del padre Samuel Rubio, y, en la Academia, de gente como Emilio Arrieta, los críticos Ángel María Castell y Víctor Espinos, el infante D. José Eugenio de Baviera y el estudioso, bibliógrafo y editor Carlos Romero de Lecea, Fernández de la Cuesta dedicó su discurso Cantaré en el corazón, Corde canam, a un sujeto tan atractivo como la Soavitá, en la música y las formas y expresiones que tomó desde los Versos dulces de Egipto y los retóricos latinos a las Cantigas de Alfonso el Sabio, el Codex Calixtinus y el Códice de las Huelgas; y desde aquí hasta las diversas manifestaciones renacentistas, incluido el Cancionero de los siglos XV y XVI, que publicara Barbieri.
Discurso erudito
La disertación, forzosamente erudita, se apoya, pues, en aspectos fundamentales de la música, ayer y hoy, como son cuantos atañen a su materia sustantiva -el sonido, su modulación, su dinámica, su relación con otros sonidos y su valor afectivo dimanante de la palabra-, para lo que Fernández de la Cuesta acude a la poética musical en el Cantar de los cantares, en Monteverdi, en Fray Luis o en los cancioneros.
Y, en todo momento, late en las palabras de Fernández de la Cuesta su preocupación inquisitiva por lo medieval: "Voz dulce, suave, gozosa, la voz del corazón", dice el académico, "voz lastimera, triste la voz del desamor, del llanto, ¿cómo se oía, realmente, en el espacio la voz de los cantores cuya música leemos en los neumas y en las notas de los códices y partituras antiguas?".
La respuesta sensible la dio Fernández de la Cuesta al frente de un grupo vocal, el Coro de Canto, que dirige desde 1994, mientras el organista Miguel del Barco daba a conocer Tiento, de Francisco Peraza (1565-1598), encontrado en Carrión de los Condes, transcrito y reconstruido por De la Cuesta en uno de sus últimos trabajos.
Ambos trabajos son una clara muestra de su personaldiad de "musicólogo músico", según dijo Antonio Gallego en la contestación al discurso del nuevo académico. Unos términos que, en este caso, son sólo aparentemente redundantes.
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