La resurrección de Melledes
Un pueblo alavés abandonado se convierte en concejo después de ser reconstruido por un colectivo gitano
Han pasado 12 años desde que los responsables del colectivo gitano de Álava Gao Lacho Drom decidieran adquirir por algo más de cuatro millones de pesetas el pueblo abandonado de Melledes, situado a 25 kilómetros de Vitoria, para convertirlo en un espacio ocupacional para los jóvenes desempleados de esta etnia. El pasado 24 de mayo, tras un trabajo de reconstrucción que ha conseguido que 15 personas se encuentren empadronadas en la población y promotoras de vivienda hayan levantado varios chalés, el pueblo se desanexionó de Ribera Baja y se convirtió en el concejo número 335 de Álava.Pese a que ese día estuvieron presentes diversas autoridades provinciales y autonómicas, la labor desarrollada por Gao Lacho Drom desde 1988 ha sido discreta y muchas veces incomprendida. Fue Julia Chávarri, directora de Trabajo Social del colectivo gitano, la que supo de la existencia de Melledes, un núcleo que había perdido su estatus de concejo en 1980 por la práctica ausencia de residentes y cuyos terrenos eran propiedad en su mayoría de unos constructores.
Tanto ella como el presidente de Gao Lacho Drom, Bartolomé Jiménez, adquirieron para la asociación el pueblo, en el que sólo quedarían como terrenos particulares una propiedad del último residente que quedaba y los que compraron particularmente Chávarri y Jiménez. La existencia de un grave problema de toxicomanía entre los jóvenes gitanos y la necesidad de locales en Vitoria se aunaron para mirar a Melledes como el destino adecuado para abordar ambas cuestiones.
"Entonces no había aquí ni agua, ni luz", recuerda Julia Chávarri. Las instituciones apoyaron la creación de un grupo de terapia de rehabilitación que vivía en el pueblo, recibía la visita diaria de médicos y que empezó a utilizar las dos casas que ya habían reconstruido los alumnos de Formación Profesional, en su mayoría gitanos, que trabajaban en la localidad. "Algunos colaboraban en las obras y fue un auténtico éxito", destaca Jiménez. "Los toxicómanos permanecían seis meses aquí y luego se insertaban en la vida normal".
De los 41 drogadictos que han pasado por Melledes en este tiempo, cinco han fallecido, pero los otros 36 están rehabilitados, trabajando como monitores para otros jóvenes o en el sector de la construcción, y con todos se realiza un seguimiento. La labor de reconstrucción ha contado con la presencia de varios cientos de trabajadores, la mayor parte de los cursos ocupacionales, lo que ha servido para desarrollar actividades de albañilería, jardinería o agroforestal. "Más de 200 chavales han encontrado ocupación a partir de su presencia aquí", dice con orgullo Chávarri.
Las becas del Inem y de la Diputación alavesa servían para cubrir los gastos. Los 6.000 metros cuadrados que ocupa el concejo han visto renacer calles, jardines y edificios, que ahora disponen de agua y luz, aunque provisionales. Actualmente existen diez casas habitadas y seis chalés construidos por una promotora. Viven ocho familias, payas y gitanas, de manera casi continuada. Varios de los residentes trabajn en la medicina (médicos y enfermeras). "Hemos estado marcados como un gueto de toxicómanos gitanos", destaca Chávarri, "Era un pueblo maldito, y terminaría siendo un núcleo fantasma si no conseguíamos introducir a algunas familias payas, por lo que funcionó la amistad". Vendieron casas a conocidos por el precio de los materiales y así, viviendas que en Vitoria superarían los 50 millones fueron entregadas por seis millones porque "no había quién las quisiera".
Todas las exigencias
La desanexión de Melledes se ajusta a todas las exigencias administrativas que existen en Álava para crear un nuevo concejo. Contar con un mínimo de siete habitantes -Melledes dispone de más de 15 empadronados-; tener capacidad para mantenerse con sus ingresos -la junta administrativa gestiona un coto propio y varias fincas, parte de las cuales fueron vendidas a una promotora de viviendas-, así como haber sido concejo con anterioridad -hace 20 años dejó de serlo para pasar a formar parte del Ayuntamiento de Ribera Baja-.
Bartolomé Jiménez, el presidente de Gao Lacho Drom y personaje carismático dentro del colectivo gitano de la provincia, es también el presidente de la junta, que cuenta con cuatro miembros en la actualidad. Las ventajas pasan por una autogestión de las contribuciones que pagan y por dirigir los destinos de una localidad que ha percibido este año algo más de 12 millones de pesetas para infraestructuras.
Pero no todo está hecho. La carretera de acceso a la localidad es estrecha y peligrosa ("apenas pasan dos coches", subraya Chávarri, que sufrió un accidente en ella hace varios años), las calles están sin asfaltar y la luz cuenta con un suministro provisional. "Ahora las subvenciones ya no las tiene que pedir la asociación gitana como hasta ahora", señala Jiménez.
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