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Las miradas de Tíbet

La fascinación que de unos años a esta parte siente Occcidente por las cumbres del Himalaya, por las gentes que pueblan países casi incomprensibles como Tíbet y Nepal, no fue en absoluto lo que empujó al fotografo Gao Bo (Sichuan, China, 1964) a visitar el primero en 1984. "Quería entonces fotografiar sus paisajes, en aquel primer viaje me quedé en lo lejano", dijo ayer, poco antes de la presentación de su exposición en la Fnac. Y como se dio cuenta de que el objetivo de su cámara había quedado demasiado lejos de algo que él sintió entonces, decidió volver. Hasta cinco viajes hizo al país, actualmente ocupado por la potencia de China. Poco a poco se fue acercando a sus gentes."En el segundo viaje", explica en perfecto francés, "me acerqué más al país, a sus gentes, fotografiaba lo que había en las calles, los templos". Son éstas imágenes que se ausentan de coordenadas temporales, parecen suspendidas en una época que semeja sin cambios. Y siempre llenas de miradas. Ojos que se clavan sobre el objetivo de la cámara o se pierden en un haz de luz que entra por una ventana mientras el resto de la casuca queda envuelto en una penumbra casi impenetrable. Son miradas serias, de personas que no viven en la sociedad del bienestar. Por eso, el sexto viaje de Gao Bo a Tíbet no va a ser para reclutar imágenes. "Me he dado cuenta de que el objetivo miente", asegura ahora, tras tantos años de trabajo como fotógrafo. "El fotógrafo y la cámara no captan la imagen, sino que la construyen, los sentimientos influyen a la hora de apretar el disparador, y la realidad, con su eterna dualidad, queda fuera".

Por ello, ahora dedica sus nuevas obras, que no aparecen en esta muestra, a reflejar en inquietantes retratos de primeros planos de rostros con la boca cubierta enfrentados a máscaras, la dualidad de "lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, la vida y la muerte, el que mira y el que se mueve, elementos contrarios que casi siempre van juntos". Estos retratos de rostros semiocultos nacieron en el tercer viaje, cuando utilizó una antigua caja de fotografía para tomar las imágenes.

El cuarto y el quinto los dedicó, directamente, a expresar sus sentimientos. Se acabó trabajar con una cámara último modelo, imprimir las imágenes de gran formato en papel industrial y exponerlas. Gao Bo comenzó a escribir en los negativos mensajes en francés como "Más lejos", "Desconocido", "No otro", "Mirar", tantos que en ocasiones el rostro retratado desaparece bajo las letras. Y ese rostro, además, está positivado sobre papel de arroz emulsionado a mano y enmarcado con cañas de bambú. Una búsqueda más de lo auténtico, de esa mirada que reflejase la realidad de esas gentes de vivir tan pobre pero carácter tan generoso. "Me di cuenta de que no podía mentirme y fui cada vez más hacia lo subjetivo", dice. El sexto viaje, el más subjetivo, lo dedicará a labores humanitarias con una ONG y a "enseñar fotografía a los niños". "Ellos me dieron mucho, y me gustaría devolverles al menos una parte".

Miradas del Tíbet de Gao Bo. La Fnac, Plaza de Callao, metro Callao. Hasta el 18 de julio.

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