La segunda juventud de un juez conservador
Lo sorprendente es que el juez Thomas Penfield Jackson haya tomado en el caso Microsoft el partido del Gobierno del demócrata Bill Clinton contra esa empresa privada. Jackson, un graduado de Harvard de 63 años de edad, es política y filosóficamente un conservador. De hecho, fue nombrado juez federal del Distrito de Columbia (la ciudad de Washington) por su correligionario el presidente republicano Ronald Reagan, en 1982. Antes Jackson había ejercido la abogacía en el bufete fundado por su padre, especializándose en la defensa de hospitales contra las demandas de los pacientes.Pero Jackson, de pelo blanco y rostro orondo, ya sentenció el pasado 3 de abril que la empresa fabricante de Windows es culpable de violar las leyes antimonopolio de EEUU. Y a lo largo de los 33 meses de duración del proceso, el magistrado no ha ocultado su repugnancia por los métodos empleados por la firma de Gates para satisfacer sus ambiciones. Que una empresa conquiste por la calidad de sus productos una posición monopolista en un sector no es delito en EEUU; pero sí lo es consolidar con métodos mafiosos esa posición y ampliarla a otros mercados. Y, según Jackson, ese ha sido el delito de Microsoft.
El juez no ha seguido la corriente. Las encuestas difundidas ayer afirman que Bill Gates es más popular en EEUU que Bill Clinton, Al Gore y George Bush y que dos de cada tres norteamericanos tienen una imagen positiva de su empresa. La mayoría de los usuarios de ordenadores personales temen que una fragmentación de Microsoft sólo sirva para complicarles la vida. Aunque presenten el talón de Aquiles de provocar frecuentes crashes, los productos de Microsoft han hecho manejables los ordenadores a decenas de millones de personas.
La carrera de Jackson quedará identificadacon el caso Microsoft, como la del juez Harold Greene con el caso AT&T. Antes de la adoptada anoche, su otra decisión célebre fue la que comunicó el pasado marzo, en la demanda del periodista norteamericano Terry Anderson contra el Gobierno de Irán. Jackson declaró a Irán responsable civil del secuestro en Beirut de Anderson durante 2.500 días por la organización integrista Hezbolá, en los años ochenta. Y condenó a Teherán a pagarle al periodista 300 millones de dólares.
Para Jackson, el caso Microsoft ha sido toda una segunda juventud. En octubre de 1997, cuando le fue asignada la demanda del departamento de Justicia de EEUU y una veintena de Estados contra Microsoft, el juez era un completo analfabeto en informática. Ahora, todo el mundo, incluida la empresa de Gates, reconoce que se ha tomado el asunto muy en serio, ha hecho en casa sus deberes y ha aprendido.
Jackson habla con soltura de temas relacionados con el negocio del software o la programación informática. Palabras como explorador, aplicaciones, Infranets o Javascript forman parte de su lenguaje cotidiano. En uno de los días iniciales del juicio, el magistrado, usando su ordenador, hizo una demostración en pleno tribunal de la posibilidad de separar el sistema operativo Windows del navegador Explorer.
Comparado con el caso IBM, el juez Jackson ha conducido el caso Microsoft con rapidez y eficacia. Consciente del efecto de sus decisiones en los mercados financieros, siempre las ha anunciado tras el cierre de Wall Street, para no provocar pánico en plena sesión. Con ese mismo espíritu de no dañar a la economía, aceptó en abril una vía rápida para la segunda parte del juicio, la de las sanciones, culminada ayer. Y ha sugerido a Microsoft que, en la fase de apelaciones, prescinda de tribunales intermedios y vaya directamente al Supremo de EE UU.
Jackson ha crucificado al gigante de la informática en tres pasos. En noviembre de 1999 publicó una declaración de hechos probados, que declaró a Microsoft un monopolio en el mercado de sistemas operativos para ordenadores personales. En abril de este año sentenció que ese comportamiento monopolista supone una violación de las leyes norteamericanas, y en particular la Shermann, creada a finales del siglo XX para oponerse a la compañía petrolera Standard Oil, de John D. Rockefeller. Antes había dado a las partes -el Gobierno de EE UU y Microsoft- la oportunidad de llegar a un acuerdo mediante unas conversaciones arbitradas por el juez Richard Posner, de Chicago. Anoche, dictó el castigo que, en su opinión, merecen los pecados de Microsoft.
Jackson nació en Washington en enero de 1937, hijo de un abogado que fundó un prestigioso bufete todavía existente en la capital estadounidense. Tras estudiar el bachillerato en Bethesda y Derecho en Harvard, se incorporó en 1964 a la firma de su padre, en la que permaneció hasta su nombramiento como juez federal por Reagan, en 1982.
Es curioso que, como abogado, la especialidad de Jackson fue defender a hospitales frente a las demandas por maltrato o error médico. En ese período se destacó como activista del Partido Republicano en el área de Washington y fue abogado del célebre Comité para la Reelección del Presidente Richard Nixon (CREEP), muchos de cuyos miembros se vieron implicados en el escándalo Watergate.
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