Kosovo: un año de decepciones
La situación ha mejorado, pero, doce meses después del fin de la guerra, los profesionales kosovares lamentan que la ONU gestione la provincia sin contar con ellos
ENVIADO ESPECIALEl final del invierno y el regreso del buen tiempo inyectan algo de optimismo en Kosovo. El estadio de la capital, Pristina, contiguo al polideportivo destruido por las bombas, se llena para bailar al ritmo de un grupo rockero albanés. En Prizren, la segunda ciudad de la provincia, los cafés que bordean el río están abarrotados mientras a pocos kilómetros los habitantes de varias aldeas como la de Postlischte (la mitad de las casas siguen destruidas) malviven después de la barbarie serbia y los impactos de las acciones de la OTAN. La paz pende de un hilo, como se observa sobre todo al norte, en la ciudad de Mitrovica, dividida tras los disturbios de la primavera y con enormes dosis de tensión en su piel. Nadie aventura el futuro; mejor hablar del día a día.
El próximo día 13 se cumplen 12 meses desde la instalación de la misión civil de la ONU (Unmik) que dirige el ex ministro francés Bernard Kouchner. Apoyada por los 36.000 soldados de la fuerza internacional (Kfor), Unmik intenta como puede gobernar con pocos medios y escaso personal, levantar estructuras políticas, administrativas y jurídicas e implementar proyectos que permitan la reconstrucción del territorio. Los resultados no son del todo satisfactorios y los esfuerzos corren peligro de asfixiarse en una burocracia infernal.
Kosovo se ha convertido en un bazar de representantes de Gobiernos donantes, organismos internacionales y ONG. Muchas veces se interfieren y las promesas tardan o no se cristalizan. "Menos coches oficiales, menos burocracia y más participación de la población local. Eso es lo que necesitamos", afirma el profesor universitario y sociólogo Agim Hyseni, presidente del Sindicato de Educación, Ciencia y Cultura. Hyseni, cuyo elegante despacho recubierto de madera conserva marcas de disparos, fue expulsado hace diez años de la universidad por criticar al régimen serbio y creó un sistema de educación paralela para la población albanokosovar. "No tengo nada contra Kouchner, hablo con él muchas veces. Tal vez tiene el problema de tener que combinar su carácter humano con la personalidad de político". Otras fuentes locales y observadores extranjeros son más duros hacia el fundador de Médicos sin Fronteras, cuya conducta, dicen, les "merece poco respeto".
Nadie resta méritos a lo que la ayuda de la comunidad internacional ha generado en 12 meses, durante los cuales se ha pasado de la fase crítica de emergencia a la de desarrollo, tarea sin duda bastante más complicada. "Unmik tiene que dotarse de una nueva estrategia, cambiar de metodología, porque las cosas tal como están ahora no funcionan", afirma Jane Cocking, responsable de la ONG británica Oxfam en Pristina.Una de las más activas entre las más de un centenar de ONG que se mueven por la zona, Oxfam ha difundido un informe sobre la misión de la ONU, especialmente en lo que concierne al capítulo de reconstrucción económica, de la cual es responsable principal la Unión Europea (UE). "Unmik no ha logrado desarrollar una estrategia que involucre a la población local en las tareas de decisión (...), lo cual significa retrasos y desgastes", señala el informe. Oxfam expone casos de mala gestión en la política sanitaria y educativa. Así, entre otros ejemplos de equivocada política, Unmik prefirió contratar a un equipo de asesores de la Unesco para desarrollar criterios sobre la reconstrucción de escuelas antes que pedir consejo a expertos locales. La tarea no sirvió para nada. En otras ocasiones, funcionarios de la misión internacional anunciaron la importación de carbón, innecesario para un enclave que no carece de él.
En el Instituto Nacional de Salud Pública hay también quejas sobre la gestión de la misión de la ONU. "Estoy decepcionada. Hay demasiado silencio a las preguntas que formulamos. Necesitamos más apoyo. A veces tengo la sensación de ir mendigando de un sitio a otro", confiesa Selveti Krasniqi, directora del Departamento de Calidad de Aguas, quien pide urgentemente más sostén económico para el adiestramiento de personal.
La mayoría albanesa se vio apartada de cargos de responsabilidad en Kosovo durante los pasados diez años. Los profesionales admiten su falta de experiencia de gestión, pero reivindican su formación académica. Ali Shala, profesor de la Facultad de Arquitectura en Pristina, muestra indignación por cómo muchos funcionarios de la misión de la ONU tratan a los expertos kosovares: "Tengo la sensación de no ser querido". Shala ha elaborado un proyecto de explotación de aguas en la zona de Viti, al sureste de Pristina y cerca de la frontera de Macedonia. Por el momento no se encuentra dinero para financiar el plan, que permitiría acabar con la distribución de agua mediante tanques cisterna a 60.000 personas. Muchas aguas están contaminadas y en algunas zonas los efectos de las bombas han dejado restos de uranio. "Vivimos una dictadura democrática moderna", observa Baston Begolli, un ingeniero hidráulico albanokosovar, formado en Libia, que trabaja en Oxfam.
"¿Qué alternativa existe? ¿Que nos vayamos a casa? Las cosas estarían bastante peor entonces", replica el norteamericano Mark Baskent, subdirector regional de la misión de Unmik en Prizren. No niega este experto en los Balcanes que la labor podría realizarse más ágilmente si, además, la comunidad internacional liberase antes los compromisos financieros contraídos para Kosovo. La UE destinó 360 millones de euros para el año 2000 y la Comisión Europea propone 1.100 millones para el periodo 2000-2006.
Unmik defiende sus logros. En menos de un año se han constituido las primeras estructuras políticas, en las que la minoría serbia aceptó por fin participar, se han creado dos cuerpos policiales (se piden más efectivos), llegan jueces extranjeros (uno se ha estrenado en Mitrovica con una suave sentencia contra un serbio) y se empiezan a dar los primeros pasos para la creación de una Hacienda Pública con el establecimiento del pago de un impuesto de sociedad a los comercios. Otra cosa bien distinta es si se pagan. El clima de inseguridad está aún bien presente en toda la provincia, decidida a convertirse en país, incluso en aquellas zonas donde apenas queda población serbia.
Nadie duda de que la meta está muy lejos: "Espero que los soldados de Kfor no se vayan en muchos años", se sincera Karafil Halimaj, uno de los patriarcas de la devastada aldea de Postlischte, a unos 10 kilómetros de Prizren. Halimaj no tiene recriminaciones hacia la OTAN por la destrucción del pueblo, ocupado en la guerra por paramilitares serbios. Clama, eso sí, ayuda internacional para la reconstrucción, estimada en 170 millones de pesetas. "Si perdemos la esperanza, ¿qué nos queda?", dice.
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