Solé Tura se ha puesto a pensar
El martes de la semana pasada, con el título de "¿Elecciones en Euskadi?", Jordi Solé Tura publicó en este diario un artículo estupefaciente. Intentaré resumirlo primero por su lado menos problemático. Según Solé Tura, sería terrible que el País Vasco se viera forzado a unas elecciones a boca de perro, con el PP de un lado y las fuerzas nacionalistas, nucleadas en torno a ETA, en el frontero. Nada que objetar. Esta perspectiva es, en efecto, muy desasosegadora. Afirma el autor que resultaría celebrable una rectificación del PNV, y el abandono por el último de las pretensiones soberanistas. También de acuerdo. No pone en duda la calidad tramposa de la tregua, ni el hecho de que ello haya contaminado irreversiblemente el Pacto de Estella. Conformes otra vez. Finalmente, propone como alternativa un Gobierno entre el PSE y un PNV (y un EA) rehabilitados.El colofón tampoco me parece malo. Se me antoja, cierto, incompleto. Si el PNV se rehabilitara, no veo un obstáculo moral de fondo para que el PP no pudiera sumarse a un avenimiento entre partidos democráticos. Pero en fin, no es cuestión de meterse en finuras excesivas, o de buscarle tres pies al gato. Demos por bueno lo dicho, y Dios nos amanezca a todos con salud. Ahora me resta explicarles por qué el artículo de Solé Tura es estupefaciente. Una razón menor es que no acierto a comprender muy bien por qué lo ha escrito. Si el PNV variara venturosamente de rumbo, podrían acometerse cosas que ahora no se pueden acometer. La idea es obvia, y no se explica el enorme esfuerzo mental que Solé Tura admite haber hecho antes de descubrirla. Lo grave, sin embargo, no es esto, sino la tesis paralela de que ETA y el PP integran fenómenos o episodios simétricos.
Según la doctrina Solé Tura, el País Vasco se ha polarizado en dos extremos, uno ocupado por los terroristas y el otro por el PP. Uno habría deseado que esta equiparación implícita de los populares con los etarras, fruto quizá azaroso de una táctica argumentativa más general, se corrigiese con recordatorios elementales: verbigracia que el PP no mata, y que está dentro de la Constitución, en tanto que ETA no lo está. Pero no, no asoma ni por un instante la frase o acotación redentora. Se diría, más bien, que Solé Tura se compromete con la opinión contraria. Hacia el final del artículo, después de haber hablado del PNV y del PSE, y de la necesidad de que lleguen a un arreglo, escribe: "Éste es el gran reto de las fuerzas democráticas". Y añade que si no se supera el reto, el País Vasco quedaría "en manos de un PP y de una ETA lanzados a una batalla insensata que precipitaría a la sociedad vasca en un abismo sin límites". Lo miremos como lo miremos, sigue llegándonos el mismo mensaje machacón: el PP es la imagen invertida, el relieve o la oquedad complementaria, de ETA.
Ahora, pongamos en marcha la máquina de sacar consecuencias. Si resulta, como en efecto resulta, que el PP está sujeto al Estado de Derecho, en tanto que ETA no lo está; si es verdad, como lo es, que responsables notorios del GAL han sido condenados a muchos años de cárcel bajo un Gobierno del PP; si ocurre, como innegablemente ocurre, que las muertes y vejámenes son obra, no del PP, sino de ETA; si todo esto es así, y pese a ello no se averiguan por parte alguna diferencias significativas entre el PP y los del pasamontañas, nos veremos obligados a concluir que el Estado de Derecho, las reglas democráticas y el respeto a la vida son factores que no pesan en la concepción de la política que en este instante cultiva Solé Tura.
Éste, por cierto, es uno de los padres de esa Constitución que ahora parece tomarse tan a la ligera. Así las cosas, prefiero suponer que Solé Tura se ha expresado mal. Vuelvo con ello a mi reflexión anterior sobre las virtudes de la parquedad. Malo es fatigar la pluma cuando no se tienen grandes nuevas que difundir. Cuando esas nuevas, además, se formulan a tontilocas, a la fatiga inútil se añade la confusión peligrosa. No hagamos remolinos, que ya baja el río demasiado revuelto.
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