Cuevas, África y Occidente

Tras leer las referencias de José María Cuevas en la asamblea de la CEOE a la situación en África ("de las calamidades de África apenas tienen culpa los países desarrollados, sino sus males endémicos", EL PAÍS del 24 de mayo, página 75), me debatía entre el alivio de saberme al fin libre de culpa y la decepción por haber perdido tanto tiempo sumida en la ignorancia y el autoflagelo. Porque, ilusa de mí, pensaba que tras los perniciosos movimientos de "liberación nacional" podíamos rastrear la huella de un reparto arbitrario de las zonas de influencia europeas en la región; que en "las guerras incesantes" tenía algo que ver, además de la sinrazón de muchos líderes africanos (ilusa, pero no tanto), la enorme presión ejercida por el comercio mundial de armas, controlado por los cinco países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU; que "la enfermedad y el hambre" que arrasan el continente podían tener alguna relación con un sistema comercial que, con sus barreras, hace perder a los países en desarrollo unos 700.000 millones de dólares al año (14 veces más de lo que reciben en concepto de ayuda al desarrollo); que algo tenía que ver con todo ello el hecho de que África gaste cuatro veces más en devolvernos su deuda externa que en prestar una mínima atención sanitaria a sus habitantes.Ilusa de mí, creía hasta ayer que esa globalización ("la gran esperanza del mundo subdesarrollado", según el señor Cuevas) significaba mucho más que un gran comercio mundial. Creía que significaba una conciencia universal de pertenecer a un mismo mundo, de compartir la responsabilidad de convertir este planeta en un hogar en el que todos gocemos de las mismas oportunidades. Creía, y a pesar de todo sigo creyendo, que ya no nos sirve mirar para otro lado. O nos salvamos todos, o cerramos el chiringuito.-