Armería Real

Uno cree estar en un torneo, rodeado de caballos y jinetes con armaduras de acero, oro, plata y esmaltes. En la sala de 600 metros cuadrados abierta al público están las armaduras de Carlos V y Felipe II junto con piezas de los Reyes Católicos, Felipe I y los reyes de Granada. Hay una daga de Boabdil, la cimera de Martín el Humano, la espada ceremonial de Isabel y Fernando o la del Gran Capitán. Todas las piezas aparecen pintadas en el Inventario Iluminado de tiempos de Carlos V. Las armaduras de FelipeIII y Felipe IV se expondrán en la sala del sótano, del mismo tamaño, que se abrirá el año que viene.La colección se ha conservado gracias a que Felipe II declaró inalienables las armas y tapices de la Corona. Alfonso XII, a su regreso a España, tuvo la idea de mostrar al público la Armería Real, y su esposa María Cristina la puso en práctica. El conservador que ha dirigido la restauración, Álvaro Soler, ha mantenido el ambiente romántico de esa época bajo una luz cenital. En los muros cuelgan tapices con los motivos de las armaduras, como el embarque de las tropas de Carlos V en Barcelona para la expedición de Túnez. Y otros de tema mitológico cuyas figuras se reproducen en piezas.

Se trata de la mejor colección del mundo porque ha preservado todos los elementos y complementos de las armaduras. Casi todas salieron de los talleres de Landshut, de Augsburgo y de Milán. Aquí está toda la obra del gran Negroli. Se reconocen las armaduras que aparecen en los cuadros de Tiziano o de Sánchez Coello. La mayoría de ellas estaba destinada a justas y torneos o a paradas. Dan la impresión de ser muy pesadas, pero no es así.

La Karolus Divus, que Carlos mandó hacer después de Pavía, no pesa más de 20 kilos; menos que la impedimenta de un soldado. Felipe II pagó por una de ellas tres veces más que por un tiziano... La Armería que yo visité antes de 1994, cuando se cerró para restaurarla, tenía el aire de entre campo de batalla y almacén de antigüedades. Hoy, no exagero, es uno de los más bellos museos de España.