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La propuesta alemana para Europa despierta dudas entre los Quince

Berlín y París defienden con creciente firmeza una UE a dos velocidades

Quizá hayan sido inoportunas, probablemente quiméricas, para algunos son un reflejo del dictado alemán, pero las propuestas de Joschka Fischer sobre la Unión Europea del futuro han servido al menos para lanzar un debate sobre el sentido de la integración. Todos le reconocen esa virtud al ministro alemán de Asuntos Exteriores, pero muchos le reprochan que sus palabras, aunque alientan una reforma más ambiciosa de la UE, también dificultan mucho más el acuerdo.

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Fischer, uno de los tres ministros de Los Verdes en el Gobierno alemán, propuso el pasado 12 de mayo la creación de una federación europea, que tendría soberanía compartida con los Estados nacionales y se desarrollaría con una Constitución y a partir de un reducido núcleo de países. También abogó por que se cree la figura de un presidente europeo con amplios poderes ejecutivos. "El hecho de que Fischer haya dicho que esto no va bien es ya muy notorio. Hasta ahora se decía que éste es el mejor de los mundos", subraya Carlos Westendorp, eurodiputado, ex ministro de Asuntos Exteriores con el PSOE y ex presidente del grupo de trabajo que en 1995 preparó la reforma del Tratado de Maastricht. "El diagnóstico es bueno. Pero el discurso me parece preocupante. Va a contaminar más que dinamizar la reforma en marcha del Tratado de Amsterdam", sostiene. "La llamada de Fischer recuerda a Francia sus ambiciones, pero va a reforzar entre los países resistentes su voluntad de resistir", destaca un diplomático comunitario.

"Todo lo que sea avanzar hacia una Europa política está en el ánimo de los últimos padres de la patria, desde Delors hasta la Comisión Santer y la gente que participó en Amsterdam", defiende Marcelino Oreja, ex comisario europeo de Asuntos Institucionales. "Pero dar el salto con unas propuestas tan inconcretas es muy difícil", advierte. "No guarda lo que se viene respetando desde siempre, que es el equilibrio entre instituciones. Con dos cámaras y una presidencia fuerte se rompe ese equilibrio".

"Replantea la cuestión del objetivo final de la UE", dice Silvio Fagiolo, embajador de Italia ante la UE y negociador del Tratado de Amsterdam. "Delors decía que Europa avanza con la cara tapada, sin saber cuál es su punto de llegada. Fischer tiene la virtud de replantear esa gran pregunta, de obligarnos a reflexionar sobre ello ahora, aunque plantea un objetivo a largo plazo; le ha dado un gran vigor al debate sobre las cooperaciones reforzadas que se está dando en la Conferencia Intergubernamental (CIG)", añade Fagiolo.

Ese es, a corto plazo, el meollo del discurso de Fischer. Aunque lanza el debate a largo plazo de una Europa federal frente a una Europa de Estados-nación, el ministro alemán ha venido a situar la cuestión de las cooperaciones reforzadas, de la Europa a dos velocidades, en el ojo del huracán de la actual reforma del Tratado de Amsterdam. Una prioridad confirmada con el acuerdo franco-alemán de propugnar la eliminación del derecho de veto en esa materia y la suavización de otros mecanismos que ahora mismo hacen muy difícil una cooperación reforzada. "Lo más importante es clarificar qué entendemos por cooperaciones reforzadas, porque no todos los Estados interpretan igual las mismas palabras", subraya Javier Solana, alto representante de la Unión.

Cooperación reforzada

Las cooperaciones reforzadas son un mecanismo introducido en el Tratado de Amsterdam que permite que un grupo de países vaya más allá en la integración sin obligar a los demás a acatar esas políticas. Para ello es necesario que ese mayor integracionismo afecte al menos a la mitad de los Estados miembros y que su puesta en marcha sea aprobada por unanimidad.

"Son el único antídoto para evitar la parálisis en una Unión de 27 socios", sostiene el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Junker, alineado en este asunto con el eje franco-alemán. Facilitar ese mecanismo puede suponer un gesto político de enorme calado. Sería el reconocimiento tácito de que la UE actual ha llegado a sus límites políticos y se perfila una nueva Unión a dos velocidades. Por un lado, los países que más quieran avanzar (los seis fundadores, los de la cohesión), y por otro, los que no quieren ir más allá (con el Reino Unido y los nórdicos a la cabeza) y los que de momento no podrán (los nuevos socios del Este).

"Hay que cambiar el nombre de cooperación reforzada por integración reforzada. El objetivo de las cooperaciones era evitar que unos pocos impidieran avanzar a los demás. Hay que darle la vuelta: que una minoría pueda avanzar si lo desea", afirma Silvio Fagiolo. A su juicio, esa integración reforzada afectaría siempre al mismo grupo de países (Europa a dos velocidades), en lugar de ir cambiando de países en función de cada política (Europa a la carta), como se desprende de las cooperaciones reforzadas. "¿Para qué queremos las cooperaciones reforzadas?", se pregunta Carlos Westendorp. "En el primer pilar no se puede porque romperías el mercado. En la moneda ya existe. ¿En defensa sin el Reino Unido? ¿En cultura? ¿En educación? ¿Y entonces qué hacemos con la subsidiariedad? Lo fundamental para la ampliación de la Unión es extender la mayoría cualificada", afirma.

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