¿Presidente Peres?
¿Conseguirá por fin Simón Peres, al borde ya de los 77 años, varias veces primer ministro de Israel, ganar unas elecciones? Su mejor y, verosímilmente, última oportunidad la tendrá el 31 de julio ante el Parlamento para ser elegido presidente, cargo más simbólico que con funciones reales, pero merecido colofón a una carrera que sólo cabe comparar a la de su mentor político y fundador del Estado, David Ben Gurion.Esa oportunidad nace en medio de una racha de escándalos que implican a una serie de personalidades, entre ellas el presidente Ezer Weizman, que dimitirá voluntariamente, a falta de tres años de mandato, por haber recibido fuertes sumas no declaradas a Hacienda de un financiero francés. Junto a ello, el anterior primer ministro, Benjamín Netanyahu, tiene problemas con la justicia, también por regalos recibidos en ejercicio del cargo, y el ministro de Transportes, Isaac Mordejai, ha renunciado tras ser acusado de agresión sexual a una secretaria.
Peres es una excepción en la historia de Israel. Nunca combatió en ninguna de las cinco guerras contra los árabes, pero sí fue excepcional ministro de Defensa. En rebotes y combinaciones diversas, ha ejercido la jefatura del Gobierno, pero tampoco ha logrado ganar unas elecciones legislativas. Respetado por la mayoría, admirado por bastantes, querido por muchos menos, no responde al tipo épico-heroico de sus grandes rivales laboristas, los generales Moshe Dayan e Isaac Rabin, o al mesiánico Ben Gurion. Pero al actual ministro de Desarrollo Regional se le atribuye universalmente el impulso intelectual que ha llevado al proceso de paz con los palestinos.
Su elección no está, pese a todo, asegurada. El candidato del derechista Likud es el ex ministro Moshé Katsav, sefardí y religioso tradicional, frente a un Peres de origen askenazi y patentemente laico. Mucho dependerá del partido religioso sefardí Shas, con 17 de los 120 escaños del Parlamento, que suele cobrar en subsidios a sus escuelas talmúdicas el apoyo que presta al prójimo, de ordinario en el poder. Peres dijo ayer al primer ministro Barak -que ya ha anunciado el apoyo laborista a su antiguo líder- que no se preocupara, que con él la presidencia no se convertiría en "otro centro de poder". Pero, aunque sólo sea como el hombre que corta los crisantemos, Peres es capaz de hacer notar su presencia.
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