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El fiscal pide nueve años para el preso que degolló a su compañero de celda

El fiscal solicita nueve años de cárcel e internamiento durante otros nueve en un centro psiquiátrico para Pablo E.B., un recluso de 64 años y esquizofrénico que degolló en la cárcel de Soto del Real a su compañero de celda, Jesús Cano Muñoz, de 53 años, el 12 de enero de 1999. El fiscal considera que Instituciones Penitenciarias es responsable civil subsidiaria de este crimen y que debe indemnizar con 7,5 millones de pesetas a los dos hijos de la víctima.

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"20 minutos en ser asistido"

El director general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, reconoció entonces en la Comisión de Interior del Congreso que hubo un "error" de su departamento en la muerte de Jesús Cano. A este preso preventivo, la cárcel de Soto le asignó, sin él saberlo y por prescripción de un psiquiatra de la enfermería de Soto, según el fiscal, un compañero de celda obsesinado con la idea de que querían envenarle. La madrugada del crimen, Pablo creyó que su compañero le había envenenado y le propinó fuertes y sucesivos golpes en la cabeza con el sanitario de la celda, y, una vez muerto, cogió una cuchilla de afeitar que extrajo de una maquinilla y le asestó decenas de cortes por todo el cuerpo: desde la cara al cuello o en los glúteos. El abogado del fallecido describe en su escrito el terrible sufrimiento que vivió su cliente aquella noche. Señala que el acusado se abalanzó sobre Jesús, por sorpresa, cuando éste se hallaba tendido en la cama, y añade que los cortes con la cuchilla de afeitar, de cuatro centímetros, fueron simultáneos a los que le propinó en la cabeza contra el sanitario de la celda. Sostiene que su cliente estuvo defendiéndose de los golpes y los cortes "durante 20 minutos", hasta sufrir una hemerragia generalizada, y que, una vez muerto, en el suelo, "le propinó múltiples cortes en la región lumbar, cara, piernas y glúteos" con la cuchilla.

Pablo era un esquizofrénico paranoide en evolución, un homicida que un año antes había matado a su mujer a tiros en Guadalajara, quemado su casa y herido a todos los vecinos que se había encontrado a su paso.

El juicio contra Pablo por el crimen de su colega de celda se celebrará en la Sección Cuarta de la Audiencia de Madrid. Todas las partes coinciden en el grave estado de locura de Pablo y en solicitar la responsabilidad civil subsidiaria del Estado, si bien las penas o medidas de seguridad que solicitan varían según se trate del fiscal, la acusación particular o la defensa.

La pesadilla que sufrió Jesús Cano ocurrió en la celda 18 del módulo 2 de la prisión de Soto del Real. Era la primera vez en su vida que pisaba una cárcel y nadie le había informado de quién era realmente el hombre que dormía a su lado. Simplemente le habían asignado esa celda. Y ello pese a que la dirección de la cárcel ya sabía, por medio de un informe psiquiátrico enviado al juez, que el compañero de celda que le había dado a Jesús Cano "era un esquizofrénico paranoide en evolución".

Enfermo delirante

Un enfermo delirante del que los informes aseguraban que, debido a su grave trastorno psicótico, se veía "impelido a cometer actos irrefrenables". Un relato de claroscuros que comienza con la llegada, el 15 de enero de 1998, de Pablo a la cárcel de Soto del Real. Este marmolista procedía del penal de Guadalajara, donde, a falta de unidad psiquiátrica, le llevaron a Soto.

Inicialmente fue conducido a la enfermería de Soto, según el fiscal. Tras varias semanas allí, un psiquiatra del centro recomendó que se le diese el alta y se le incluyese en el programa de prevención de suicidios. Que no es otra cosa que asignarle una celda compartida, un compañero que le vigilase. Pero la víctima, un recluso primario que había ingresado dos meses antes en Soto, ignoraba todos esos extremos, afirma el abogado de la víctima, que reclama que la indemnización para los dos hijos de Jesús Cano sea de 40 millones.

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