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El Gobierno reformará el Cesid y nombrará por primera vez un director civil el próximo año

Miguel González

El presidente del Gobierno, José María Aznar, se propone aprobar en esta legislatura una de sus asignaturas pendientes de la anterior: la reforma del Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid). Su propósito, según fuentes gubernamentales, es elaborar una ley que fije los objetivos y mecanismos de control del servicio secreto y poner a un civil a su frente, por primera vez en la historia, como símbolo de la nueva etapa. También es probable que el centro de inteligencia deje de estar adscrito al Ministerio de Defensa y pase a La Moncloa, aunque la decisión aún no está tomada, pues se duda dónde encuadrarlo. Estos cambios deben materializarse dentro de un año, cuando el actual director, Javier Calderón, deje el cargo.

El programa con el que el PP se presentó a las pasadas elecciones sólo dedica un párrafo al Cesid, precisamente el último: "Impulsaremos la modernización de las estructuras del Cesid para que respondan con la mayor eficacia a las necesidades y prioridades de su función informativa".La frase es tan genérica que deja las manos libres al Gobierno para hacer lo que considere oportuno. O para no hacer nada. A fin de cuentas, el programa electoral de 1996 se comprometía a "acometer por ley una profunda reforma de los servicios de información". Y no se cumplió.

Sin embargo, según las fuentes consultadas, Aznar está decidido a acometer ahora dicha reforma. La situación no puede ser más propicia: el PP dispone de una cómoda mayoría absoluta en las dos Cámaras y el Cesid ha dejado de ser objeto de polémica por sus escándalos, lo que facilita un debate más sosegado.

Hay una circunstancia, sin embargo, que aconseja no incluir esta materia en el primer paquete de iniciativas que irá al Parlamento este verano: la reforma de los servicios de inteligencia es un tema de Estado y el Gobierno quiere consensuarla con el PSOE. Por ello, prefiere esperar a que los socialistas solucionen sus problemas de liderazgo y tengan un interlocutor válido.

Según las fuentes consultadas, la fecha prevista para acometer la reforma es la próxima primavera, coincidiendo con el relevo del director general. Javier Calderón tomó posesión el 27 de mayo de 1996, por lo que justo dentro de un año cumplirá un lustro en el cargo, el máximo permitido por el Estatuto del centro.

Aznar ya tiene decidido que el sucesor del teniente general Calderón sea un civil, el primero que mandará el Cesid en toda su historia. Aunque fuentes gubernamentales admiten que la condición de civil no supone ningún valor añadido para dirigir un servicio cuyos miembros siguen siendo mayoritariamente militares o guardias civiles, alegan que esta medida simboliza el inicio de una nueva etapa.

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El aspecto más conflictivo de la reforma es el probable cambio de dependencia del servicio secreto. Aunque encuadrado orgánicamente en Defensa, el Cesid es el órgano de información del presidente del Gobierno y, por eso, Calderón despacha regularmente con Aznar. La "tendencia dominante" en el Gobierno, según las fuentes consultadas, es aplicar la lógica y trasladar el Cesid a La Moncloa.

Pero hay un problema. Si se produjera un escándalo, alguien debería asumir la responsabilidad política y dimitir, evitando que salpicara al presidente. Un mero secretario de Estado no parece bastante. Lo lógico sería que el papel de fusible o cortafuego lo asumiera el ministro de Presidencia. Pero ocurre que actualmente dicho ministro es el vicepresidente primero, Mariano Rajoy. Una pieza demasiado valiosa para ponerla en riesgo. Por eso, la decisión definitiva sigue pendiente.

Un curso y un libro

Responsables de servicios secretos de ocho países participarán, entre el 10 y el 14 de julio, en el curso sobre "Seguridad y Democracia. El futuro de los servicios de inteligencia", organizado por la Universidad Complutense de Madrid. El director del curso es el ex ministro de Defensa con UCD Alberto Oliart y su adjunto, el director general del Cesid, Javier Calderón. Ya han confirmado su presencia en El Escorial (Madrid) directivos o ex directivos de los servicios de información de Alemania, Francia, Italia, Holanda, Reino Unido, Canadá y Jordania, además del propio Cesid. Han declinado la invitación tanto la CIA como el Mossad israelí, que no acostumbran a intervenir en actos públicos, ni siquiera en un marco académico, como es este caso.El objetivo implícito del curso es trasladar a la sociedad española, que todavía recela de sus servicios secretos, la necesidad que todos los países tienen de dotarse de un centro de este tipo y la posibilidad de que actúe en un marco democrático, sujeto a los controles legales.

El seminario de El Escorial no es el único hecho que contribuirá a poner en primer plano el papel del Cesid. Oliart, junto al ex ministro de Interior socialista Antoni Asunción y al ex secretario de Estado para la Seguridad Ricardo Martí Fluxà, presentará hoy en Madrid el libro "Servicios secretos", de Joaquín Bardavío, Pilar Cernuda y Fernando Jáuregui.

Según el libro, el Cesid mantiene relaciones directas con 108 servicios extranjeros y representantes oficialmente acreditados en unos 30 países. Estas relaciones habrán facilitado, sin duda, la organización del curso de El Escorial.

Los agentes del servicio secreto, pendientes del Tribunal Supremo

Los agentes secretos españoles están pendientes de que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre el recurso del caso de las escuchas del Cesid. La sentencia dictada el 26 de mayo del año pasado por la Audiencia Provincial de Madrid ha sido el golpe más duro sufrido por el centro durante el mandato de Calderón. Aunque los hechos enjuiciados -las escuchas aleatorias a políticos, empresarios y periodistas- se remontan a la etapa de Emilio Alonso Manglano al frente del Cesid, sus efectos son muy actuales. Lo que cayó como una bomba en el centro no fue tanto la condena de Manglano y Perote a seis meses de arresto, de improbable ejecución, sino la de cinco agentes en activo a seis años de inhabilitación absoluta.

Se trata, en la mayoría de los casos, de funcionarios subalternos que trabajaban en el Gabinete de Escuchas siguiendo las instrucciones de sus superiores. La condena, si el Supremo la ratifica, supondrá la pérdida de su carrera militar, los que la tienen, y en todos los casos el despido.

Para los miembros del Cesid esta sentencia es la prueba de la inseguridad jurídica en que se encuentran y de la urgencia de una ley que defina qué pueden hacer y en qué condiciones sin arriesgarse a acabar en los tribunales.

Aunque el fiscal de Madrid, Mariano Fernández Bermejo, que defendió en el juicio la absolución de todos los acusados salvo Perote, preparó el recurso para el Supremo, éste nunca llegó a presentarse. El entonces ministro de Defensa, Eduardo Serra, se entrevistó con el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, para explicarle la importancia del asunto, pero la gestión no tuvo ningún efecto, más allá de las buenas palabras.

La piedra angular de la reforma del Cesid será precisamente la aprobación de una ley que regule sus mecanismos de control. Según el proyecto que Serra discutió con los grupos de la oposición en la pasada legislatura, y que al final quedó aparcado, el control judicial correspondería a un magistrado del Supremo, designado por el Consejo General del Poder Judicial, encargado de autorizar y controlar las intervenciones telefónicas y entradas en domicilio. Con el aval de un juez, se trabaja más tranquilo.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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