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Una muestra reúne en Málaga los mejores efectos especiales del cine español de los últimos 50 años

La casa natal de Picasso ha dejado de ser un templo exclusivo para el pintor malagueño. Si hace un mes era la decoración de Andy Warhol la que transformó las salas del edificio, ahora, durante 10 días, lo que dure el Festival de Cine Español, son un laberinto de ordenadores, pantallas digitales, espejos, telas rojas y maquetas relacionados con los efectos especiales. Imágenes especiales cuenta de forma exclusivamente visual y fragmentaria la evolución de los recursos visuales utilizados por el cine español en los últimos 50 años.

En ella se pueden encontrar desde los cristales publicitarios que se proyectaban hace años en los intermedios de las películas con anuncios como "Visite nuestro bar: ambigú selecto", hasta la réplica de la talla de una virgen para un paso de Semana Santa utilizada en la película Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil. También menudean las muestras de cabeceras digitales para películas, trailers de filmes internacionales muy conocidos y celebrados por sus efectos especiales o bien corpóreos, disfraces y maquetas utilizados en filmes como El milagro de P. Tinto o El corazón del guerrero.La muestra ha sido acompañada por un exhaustivo estudio de los guionistas y críticos de cine Antonio Trashorras y David Muñoz. En él se incluyen, además de un repaso por los efectos digitales de películas como Abre los ojos, El corazón del guerrero o Entre las piernas, un extenso artículo sobre todas las películas premiadas con el Goya a los mejores efectos especiales. Asimismo, aparecen interesantes entrevistas con especialistas españoles en efectos digitales, maquillaje o animación, cuyo trabajo se ha desarrollado en la industria de Hollywood, como son Alex Ortoll (Titanic), Miguel Ángel Fuertes (Casper, El mundo perdido, La amenaza fantasma) o Raúl García (El rey León o Hércules).

Los visitantes a la exposición pueden encontrar también fetiches como armas utilizadas en Conan el Bárbaro, de John Milius, o las máscaras utilizadas en La mujer más fea del mundo, de Miguel Bardem.

Quizás las piezas que más cariño despiertan entre el público sean el 600 volador y la réplica del famoso cohete que Hergé dibujó para Tintín en Viaje a la luna, que usó Javier Fresser en su encantadora y surreal El milagro de P. Tinto.

En otra sala se recrean en directo en varios ordenadores y en una pantalla todo el proceso de trucaje digital seguido en secuencias de determinadas películas desde que son rodadas hasta su edición final. Así, el espectador asiste al milagro de ver cómo una estación de metro español se convierte en un tren lleno de soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial.

Pantallas de televisión u ordenador, espejos, pasadizos, luces cenitales, vitrinas que se iluminan y apagan y constantes reflejos rojizos conducen al visitante no sólo a un entretenido paseo por fetiches y reclamos visuales sino a una evidencia futura: no tardará demasiado en venir el día en que para rodar un remake de Ben-Hur con extremado realismo no hagan falta actores, caballos ni casi película de cine.

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