BENITO ARRUÑAGA ¿Qué pide el ciudadano?
(1) Ni dinero ni organización: precio. Al no pagar por consumir, la demanda excede a la oferta, por grande que ésta sea y muy bien que se organice. Cuanto más se tarda en afrontar esta realidad, menos viable se hace el sistema. Y ni siquiera es seguro que pagar con tiempo sea más progresivo que con dinero. Permite, además, que se use a los pacientes como carne de cañón para obtener recursos, como se ve estos días.:
2 Son muchos los que dicen saber lo que queremos. De paso, suelen arrimar el ascua a su sardina: los médicos, a la sanidad; los profesores, a la educación; etcétera. Sospecho que, cuando no pagamos, queremos más y mejor de todo. Lo importante es que aprendamos qué cuesta lo que pedimos y quién lo paga; y ello tanto si expresamos nuestros deseos mediante decisiones de compra o de voto. Se evitaría así que, al final, el decisor político sea víctima de amenazas y espejismos, como sucede estos días con los muertos de las listas de espera y el supuesto atraso tecnológico.
3Si se operase por las tardes, habría de pagarse más al personal y aumentaría la actividad. Pero dudo que se redujera la espera, porque algunos médicos crearían más demanda. Incluso, sería difícil evitar que operasen por la tarde pacientes que han dejado de operar por la mañana.
4Pagar más apenas influye en la conducta. Lo que mueve a las personas es la relación entre lo que ganan y lo que rinden. Por ello, se necesitan incentivos, aunque en gestión pública han de usarse con prudencia. Son preferibles los incentivos suaves, a largo plazo y relativamente automáticos a los más potentes, a corto plazo y que requieren discrecionalidad gerencial. Existe gran confusión a este respecto y se cometen errores a menudo, como fruto de un economicismo mal entendido.
5Si los usuarios pagásemos parte del coste, se vería mejor cuál es nuestra demanda real. Y evitaríamos que nos utilizaran para conseguir recursos que no está claro en beneficio de quién se emplean. Pero el copago no está exento de problemas y no es una panacea, ni quizá la pieza más esencial de una reforma que pudiera hacer más viable el sistema a largo plazo. Esta reforma se habría de basar, a mi juicio, en un fortalecimiento de la profesionalidad, tanto gerencial como médica.
Benito Arruñaga es catedrático de Organización de Empresas en la Universidad Pompeu Fabra.
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