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Oxford, en la picota

Isabel Ferrer

Laura Spence, de 18 años, era hasta ayer una estudiante británica más a punto de coronar los cursos de acceso a la universidad y que presumía de un expediente escolar repleto de matrículas. Una alumna brillante educada en un instituto público, que solicitó una plaza en Oxford para estudiar medicina. Rechazada por la prestigiosa Universidad, supuestamente por proceder de la educación estatal, su caso habría pasado inadvertido si no fuera porque, lejos de hundirse, pidió a continuación una plaza en Harvard. Casi sin tiempo para recobrarse del desengaño inicial, la no menos famosa Universidad estadounidense le abrió sus puertas ofreciéndole una beca de 18 millones de pesetas.El portazo de Oxford se ha convertido en un asunto nacional en manos del ministro de Finanzas, Gordon Brown. En un arranque de ira laborista más cercano a los socialistas de añada que a la tercera vía de Tony Blair, el poderoso titular de Finanzas ha calificado a la universidad de Oxford de "desgracia histórica" por permitir que la clase social se antepusieran a los méritos de Laura Spence. Consciente de que sigue siendo considerada en el Reino Unido como un centro elitista, Oxford ha reaccionado de inmediato. En otro gesto sin precedentes, Colin Lucas, el rector, ha descendido a la arena pública para defender a una de las universidades más antiguas del mundo. Después de subrayar que los requisitos para obtener una plaza son iguales para todos y que el centro lleva años tratando de reclutar alumnos procedentes del sector estatal -además de minorías étnicas- le ha reprochado su ataque a Gordon Brown.

Éxito y entorno social

Según la cabeza visible de Oxford, Laura Spence no fue descartada por el Magdalen College por venir de un oscuro instituto público del norte del país. "No creemos que vaya a tener éxito en este entorno, pero seguro que será un buen médico", rezaba el informe interno elaborado por el comité de selección.

La réplica del rectorado ha reforzado aún más la postura del ministro laborista. Convencido de que el elitismo de Oxford y Cambridge es algo más que una leyenda negra, Brown ha visto en el rechazo de la alumna el paradigma de los viejos usos sociales que el Gobierno actual se ha propuesto erradicar. "Es vergonzoso que una candidata excelente sea arrumbada por un comité de admisiones que sigue operando como en los viejos tiempos. Es hora de que desaparezcan los círculos de amiguetes que intimidan a los que no encajan en su entorno social. Es tiempo ya de que los privilegios cedan ante la valía personal", dijo.

Con su billete para Harvard en el bolsillo, Laura Spence ha aprovechado el revuelo levantado por su agridulce triunfo para pedirle a Oxford que sea más ecuánime con estudiantes de clases trabajadoras y de zonas como Gales, Escocia e Irlanda del Norte, poco representados según ella en las listas de admitidos. Para la oposición conservadora, que lleva varias semanas arañándole puntos al laborismo en los sondeos que marcan la popularidad del Gobierno, la nueva batalla de Gordon Brown demuestra que el Gobierno ya no sabe cómo ganarse al electorado. Oxford tendrá que explicar ahora por qué un 49% de sus alumnos proviene del sector privado, si en dichos colegios estudia sólo el 8% de los menores británicos.

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