Misión más que posible
Exhibiendo con convencimiento una insignia policial falsa, cualquiera puede entrar armado en las sedes centrales en Washington del FBI, la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado, y una vez dentro moverse con entera libertad. No es el guión de la segunda entrega de Misión imposible; es el resultado de un experimento realizado por un grupo de investigadores, por encargo del Congreso de EE UU.Provistos de credenciales más falsas que el beso de Judas, esos investigadores se plantearon penetrar sin cita previa en el interior de 19 edificios federales de Washington, y lo consiguieron sin problemas en 18 casos. Sólo fueron desenmascarados en la Casa Blanca. El resultado de este experimento ha sido presentado esta semana en el comité de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes, con el consiguiente escándalo nacional.
La seguridad de los principales centros de poder del planeta tiene más agujeros que un queso gruyère. "En ningún momento, las quiméricas credenciales de nuestros agentes fueron puestas en cuestión por nadie", declaró ante el comité Robert Hast, jefe de la Oficina General de Cuentas, el organismo público al que pertenecían los investigadores. ¿Eran un modelo de falsificación esas insignias? En absoluto. Los agentes las sacaron de Internet, que está lleno de páginas web donde se exhiben supuestos carnés de fuerzas policiales norteamericanas, trabajos realizados por niños y adolescentes con mano para el diseño gráfico. Pero salvo en la Casa Blanca, nadie se tomó la molestia de mirar de cerca aquellas insignias.
¿No les fueron confiscadas las armas al entrar en el FBI, la CIA o el Pentágono? Para nada. Tras exhibir los documentos ilusorios, los investigadores informaron a los encargados de seguridad que velaban junto a los arcos detectores de metales que iban cargados de artillería. Los encargados respondieron con sonrisa cómplice de colegas y les dijeron que se olvidaran del arco y pasaran por el lado. "Es de lo más fácil introducir pistolas, explosivos o productos químicos o biológicos en los locales supuestamente más seguros de EE UU", informó Hast al comité de Asuntos Judiciales. "Lo mismo que hicieron mis agentes pudieron haberlo hecho delincuentes, terroristas o espías de Gobiernos extranjeros", añadió. Bill McCollum, el congresista republicano que presidió la audiencia del comité, apuntó entonces algo inteligente. Los investigadores que penetraron en esos santuarios del poder estadounidense son ex miembros del servicio secreto y su aspecto físico, forma de vestir, lenguaje y modales pudieron ser determinantes a la hora de ganarse la confianza de los encargados de la seguridad. "Ustedes", dijo McCollum, "tienen aspecto de policías y hablan y se mueven como policías. ¿Le hubiera resultado igual de fácil a un particular?". Hasta respondió: "Quizá a una persona corriente le hubiera resultado difícil mantener la simulación, pero no a alguien con cierto entrenamiento, como un terrorista o un agente de un servicio de inteligencia".
Llueve sobre mojado. La falta de seguridad en el Departamento de Estado es pública desde la misteriosa desaparición de un ordenador portátil con secretos nacionales, un incidente que siguió al hallazgo en una sala de reuniones de la séptima planta de un micrófono colocado por un espía ruso. Madeleine Albright, que abroncó a todo su personal en una asamblea pública, acaba de recibir 43 recomendaciones para mejorar la seguridad de su ministerio. Pero tendrá que añadirle algunas más. Los investigadores enviados por el Congreso se colaron en el Departamento de Estado con falsas credenciales de detectives de la policía de Nueva York. Afirmando que tenían allí una reunión, subieron sin escolta hasta la séptima planta, donde está el despacho de Albright. Tras un paseo de 15 minutos por el sancta sanctórum, volvieron a la calle.
En el Departamento de Justicia, los investigadores entraron con una furgoneta alquilada, que aparcaron sin obstáculos en un patio interior. "Me han contado que llegaron a presentarse en la puerta de mi despacho y luego dieron una vuelta por mi sala de conferencias", declaró atónita Janet Reno, que ordenó la aplicación desde ayer mismo de varias medidas de seguridad.
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