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Tribuna:BARCELONA POESIA
Tribuna
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La voz de los poetas en el lenguaje de la ciudad FERRAN MASCARELL

Ver reunidas, como vimos el pasado viernes, a 400 personas en el patio del Museo Marès o a 600 en el Convent dels Àngels para escuchar poesía es algo que puede sorprender -y en realidad lo hace: así ha quedado escrito en distintos periódicos que, como éste, están siguiendo con atención que agradecemos el desarrollo de Barcelona Poesia. Set dies de poesia a la ciutat-. Sorpresa relativa, porque este éxito se viene repitiendo y creo poder asegurar que va en aumento, edición tras edición. La actual es la cuarta. Todos los años, desde 1997, sabemos que cuando llega mayo y este ciclo se pone en marcha un número creciente de personas se interesa por él requiriendo información, preguntando por el programa, solicitando detalles sobre los poetas participantes o los espacios donde se celebran los recitales. Sabemos, por tanto, a qué atenernos. Sabemos que el ciclo interesa. ¿Y por qué interesa?La pregunta es pertinente, habida cuenta de que la poesía suele tener hoy la consideración de género menor para los que entienden el sustantivo género en su acepción comercial, es decir, como mercancía, y limitan el adjetivo menor a su dimensión estrictamente cuantitativa. Ni siquiera el éxito de recientes y magníficas ediciones populares de venta en quioscos logra sacar a la poesía, salvo en unos pocos casos excepcionales, de los límites de la marginalidad en los ya de por sí bajos índices de lectura de nuestro país.

Si nos atenemos a estos índices, es lógico pensar que una buena parte de los asistentes a los recitales no son lectores, o por lo menos compradores, habituales de volúmenes poéticos. Y eso nos permite deducir que tal vez sea la voz de los poetas lo que los atrae, la posibilidad de ver a un autor interpretando su obra, eligiendo sus versos, dándoles forma de palabra, modulándolos en sus matices, iluminando con sus pausas, silencios e inflexiones recovecos inaccesibles o inadvertidos para el lector. Pero si bien puede ser cierto que no todos los oyentes de poesía sean lectores habituales, también parece sensato pensar que muchos de ellos quizá acabarán siéndolo. Los recitales, con su verdad trémula y efímera, con esos versos esculpidos en el aire y que se lleva el aire, son el mejor estímulo para acudir al libro en busca de la palabra que perdura.

Esta es una explicación tangencial o complementaria, y en cualquier caso insuficiente, del fenómeno. Lo que el éxito del acto poético en la ciudad expresa mejor que nada es un sentir colectivo que desea recuperar el valor de la experiencia individual, directa, viva, cercana, y expresa también el respeto hacia los enigmas del lenguaje y del ser humano. Lo que se busca es poesía, porque la poesía no es un género menor, y eso lo saben los ciudadanos que acuden a escucharla. Saben que la poesía es útil y la palabra del poeta, necesaria. Que con ella nos es dado cristalizar nuestra presencia en el mundo, establecer relaciones entre la memoria y la experiencia, adscribirnos a una tradición cultural y beber de las demás o bucear en cada uno para encontrar lo común a todos.

Otro motivo lateral del éxito de la semana de poesía es la variedad de su programa. La semana no se rige por canon literario alguno, sino que se presenta abierta a la riqueza cromática y diversidad estética del panorama lírico. Todas las voces, registros, lenguas, acentos y generaciones tienen cabida en los programas, que se plantean el ciclo como un acto de libertad creativa atento a la multiculturalidad, al intercambio entre culturas, a la imaginación, a la heterodoxia, a las aportaciones de los jóvenes y a las que, viniendo de lejos, pueden ser nuevas para el público de hoy.

El ciclo lleva cuatro años abriendo la poesía a la ciudad o la ciudad a la poesía. Lo hace con naturalidad, la mejor forma de crecer y asentarse. Pero crecer no significa convertir la semana en un mes, ni en doblar o redoblar el programa, ni aspirar a que sea poco menos que un fenómeno de masas. Significa hacerlo en profundidad, en calidad, en peso. La semana se ha abierto un hueco en el calendario cultural barcelonés. A lo que aspiramos no es a que crezca la semana, sino a que lo haga la poesía desbordando su actual espacio, rebosando y expandiéndose quizá como esas ondas invisibles que transportan los mensajes de la radio. Aspiramos a que la poesía, la voz de los poetas, forme parte del lenguaje de la ciudad. Así ha sido siempre, entre nosotros: para escucharla se trata primero de que pueda oírse.

Ferran Mascarell es concejal de Cultura y presidente del Instiuto de Cultura de Barcelona.

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Joan Guerrero

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