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FERIA DE CÓRDOBA

Orejas de saldo

La plaza de Córdoba ha pasado de tener 701 espectadores en una novillada y algo más de mil personas en las corridas anteriores a ésta, a llenar su aforo (más de 14.000 localidades) en uno de los dos carteles de mayor expectación de la feria. Y se llenó de público triunfalista, de un público que aplaudía todo lo que se moviera sobre el redondel, excepto los del castoreño que recibieron ciertas críticas sólo por señalar puyazos a toros justitos de fuerza.Y con este ambiente, que se prodiga cada vez más por las plazas españolas, se aplaudieron pares de banderillas a toro pasado, capotazos sin fundamento y estocadas contrarias. Aplausos y más aplausos, así transcurrió la corrida.

Doce orejas traían los toros y cuatro se quedaron en manos de los toreros con el consentimiento del presidente que ayer ejercía de hermanita de la caridad en funciones o de rey mago, pues regaló las orejas, sobre todo la que le corresponde a su exclusiva decisión, que insistentemente pidió el público bullidor.

Torrestrella / Ponce, Finito, Juli Toros de Torrestrella, justos de fuerza, nobles

Enrique Ponce: saludos; aviso, oreja. Juan Serrano, Finito de Córdoba: oreja; petición y saludos. Julián López, El Juli: dos orejas; silencio. Salió a hombros. Plaza de Los Califas, 25 de mayo. 6ª de abono. Lleno.

La terna se enfrentó a un encierro de Torrestrella, que desarrolló nobleza, sobre todo el que hizo cuarto. Muy justos de fuerza como queda dicho y sus encuentros con las cabalgaduras fueron breves. Todos muy cómodos de cabeza.

Y prueba de la euforia de los espectadores fue cuando Finito salió a recibir a su primero. En el primer capotazo que dio sonó un olé que lo oyeron en la otra punta de la ciudad. Con este animal, de poca transmisión y que fue perdiendo gas durante la faena, Finito, con la mano muy baja, intentó sacar pases y los consiguió uno a uno, que era como se los tragaba el toro. Un natural y un pase de pecho magníficos fue lo único destacable de su labor, que fue premiada con una oreja.

Con el quinto, la faena, construida sobre la mano izquierda, fue bajando de tono por la escasa fuerza de la res, que durante la lidia se echó en dos ocasiones. Y menuda bronca se llevó el presidente por negarle la oreja al torero. Claro, y es que el público no comprendía cómo se le podían dar dos a El Juli en su primero (la pidieron los espectadores con mucha insistencia) y a su torero negarle otra que le abriría la puerta grande.

Abrió plaza Enrique Ponce, que no obligó en ningún momento a su primer oponente. Si con la derecha Ponce pasó inadvertido, la faena con la izquierda no tuvo vibración. El toro fue apagándose poco a poco. Ponce tuvo el mejor toro del encierro, el que hacía cuarto. Se arrancaba de lejos, tenía recorrido y una embestida noble. Un bombón, en pocas palabras. A pesar de esta condición del animal, el torero no le bajó la mano en ningún momento y mantuvo la muleta a media altura. Su faena no tuvo profundidad.

Cerraba El Juli, que recibió al tercero con una larga cambiada y su faena fue de lo más vulgar. No dijo nada su toreo. Mas como veía el ambiente caldeado, se tiró de rodillas al final de su trabajo y dio varias manoletinas antes de cobrar un estoconazo. Con el que cerró plaza, el torito más complicado, El Juli no se comprometió. Ya tenía sus dos orejas en el esportón y su salida a hombros, y dijo de no torear.

Orejas de saldo para todos. Orejas regaladas por el público bullicioso que convirtió la corrida en una casquería. La gente fue a los toros a divertirse y lo consiguió. La plaza de Córdoba se resentirá de lo que ayer se produjo. Se trata de un coso de primera categoría al que apenas acude público en festejos donde se anuncian los que no son primeras figuras, pero que lo llenan en cuanto les suena el nombre de los toreros. También puede considerarse lógico, pero no lo es el comportamiento triunfalista que dejó a la plaza a poca altura.

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