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El Papa celebra su 80º cumpleaños con una espectacular misa junto a 4.000 sacerdotes Juan Pablo II supera la edad en que los cardenales ya no pueden participar en un cónclave

Juan Pablo II ofició ayer la mayor misa concelebrada de la historia, en la que participaron 4.000 sacerdotes y más de un centenar de cardenales y obispos, en la plaza de San Pedro del Vaticano. La ocasión merecía el impresionante despliegue de sotanas, porque el Pontífice celebraba su 80º aniversario y había querido que la fecha coincidiera con el Jubileo de los sacerdotes. Karol Wojtyla ha superado la edad de jubilación no sólo de los obispos (75 años), sino de los cardenales, que a los 80 años ya no pueden participar en los cónclaves para elegir al nuevo Pontífice.

Al contrario que los príncipes de la Iglesia, el Obispo de Roma no está obligado a jubilarse y lo normal, al menos hasta ahora, es que reine sobre la Iglesia hasta el último día de su vida. El deterioro físico del Pontífice, que convierte cada acto en el que participa, cada nuevo viaje, en un esfuerzo sobrehumano, ha alimentado desde hace meses las especulaciones sobre su eventual retirada. Las declaraciones hechas en diciembre pasado por el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Karl Lehmann, siguen pesando en el inconsciente colectivo de los medios de comunicación, pero fuentes vaticanas han descartado hasta la saciedad esa posibilidad, que volvió a aparecer en el horizonte el pasado viernes, cuando Juan Pablo II depositó a los pies de la Virgen de Fátima el anillo símbolo de su Pontificado, el que le regaló el cardenal primado de Polonia, Stefan Wyzynsky, en el momento en que Wojtyla fue elegido papa.El Papa, dicen sus directos colaboradores, piensa en el futuro y prepara ya nuevos viajes. Ayer, el Pontífice, que fue ordenado sacerdote a los 26 años, dedicó su homilía a todos los que ejercen este ministerio, incluso a aquellos que por diversos motivos han colgado los hábitos. En la plaza de San Pedro del Vaticano se concentraron unas 20.000 personas bajo el sol radiante. Entre la multitud multicolor destacaba la mancha blanca de las sotanas que vestían los 4.000 sacerdotes que acudieron a la plaza de San Pedro, junto a decenas de obispos y 78 cardenales.

"Os abrazo con gran afecto", dijo el Papa, "queridos sacerdotes del mundo entero. Mi abrazo no tiene fronteras y se extiende al presbítero de cada iglesia particular, y os alcanza especialmente a vosotros, queridos sacerdotes enfermos, solos, o que os enfrentais a dificultades. Pienso también en aquellos sacerdotes que, por diversas circunstancias, no ejercen ya el sacro ministerio, aunque siguen siendo portadores de la especial consagración a Cristo".

Líderes políticos -desde el presidente de EEUU, Bill Clinton, hasta el ruso Vladimir Putin, o el presidente español, José María Aznar-, y líderes religiosos como el Dalai Lama y el patriarca ortodoxo ruso Alexis II enviaron telegramas de felicitación y buenos deseos.

El cardenal de Milán, Carlo Maria Martini, uno de los papables del sector liberal, hizo también una mención a la "extraordinaria personalidad" del Papa. El aluvión de elogios a Wojtyla quedó apenas matizado por un puñado de juicios críticos, el del infatigable teólogo Hans Küng, convencido de que Juan Pablo II "ha traicionado al Concilio Vaticano II", o el de Frances Kissling, presidenta del grupo estadounidense de católicos disidentes Free Choice (Libre Elección), que lamentó que "no haya hecho ningún esfuerzo por aproximarse a los católicos progresistas".

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