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Crítica:ROCK - CARLOS SANTANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Santana, bajo la Luna llena

Diego A. Manrique

Con una grata temperatura y una preciosa Luna, 22.000 personas celebraron ayer en el estadio madrileño de La Peineta el reencuentro con Santana. Más exactamente, con un Carlos Santana reivindicado por la avalancha de premios Grammy, aparte de ser el más reciente ingresado en el club del disco de diamante, al superar los 10 millones de copias de Supernatural. El tramo español de esta gira triunfal continúa hoy por Zaragoza, antes de concluir en Barcelona el sábado.Aparentemente, Carlos Santana ha logrado su propósito de conectar con el público más joven. Para buena parte de los asistentes a La Peineta parecía ser el primer contacto con Santana en vivo; no faltaban los que creían que Tito Puente fue un gladiador romano. Para los habituales de Santana se trataba de comprobar si había ocurrido alguna renuncia en el camino dorado.

De momento se comprobó que se ha perdido la intimidad de sus últimas visitas. A Carlos Santana se le veía en el patio del Cuartel del Conde Duque y allí era posible bailar mientras las piernas del guitarrista estaban al alcance de las manos de los fans. Luego, era fácil el acceso a sus camerinos, donde el guitarrista y sus músicos recibían cordialmente a amigos y desconocidos, que terminaban picoteando en su comida y en su bebida.

Tales familiaridades se han acabado. También es cierto que Carlos ha ganado en libertad. Por ejemplo, ya no sufre los acosos de los funcionarios municipales, empeñados en que aquellos conciertos se cortaran antes de las doce de la noche, aunque en el escenario de los Veranos de la Villa se hubiera montado una jam session de todos los demonios.

Resurrección comercial

Ahora Santana lleva patrocinio de una marca de automóviles. Y puede realizar conciertos más cercanos a lo acostumbrado. Y permitirse el lujo (tal vez no muy apreciado por el respetable) de contar con Touré Kunda como teloneros. El grupo parisiense ha promocionado repertorio a Carlos Santana y está enderezando su carrera con un disco excepcional, que se abre con En el aire esta noche, el éxito de Phil Collins convenientemente africanizado. África es el origen de su música, insiste Carlos, que engloba en ese continente a Ricky Martin y demás fenómenos latinos. Pero no hemos venido hasta San Blas para discutir genealogías: se trata de conmemorar la resurrección comercial -artísticamente, rara vez ha flaqueado- de un chicano que fue masticado y escupido por la industria de la música y que ha vuelto a dar la campanada con un disco donde la mercadotecnia no apaga el ardor emocional.

Santana piensa en los novatos y el recital se abre con un puñado de temas de Supernatural antes de entrar en materia. Es decir, en los blues, en las exploraciones instrumentales donde la guitarra serpentea y los músicos parecen gozar de espacio para respirar. Claro que Carlos no renuncia a las cartas marcadas: María, María, con su sospechosa guitarra aflamencada, cuenta incluso con la proyección en la pantalla de vídeo central de la imagen de la protagonista del videoclip. Un bello Europa quita el sabor a pastel.

Es el turno de otra baza clásica de los conciertos de Carlos en Madrid: la presencia de "mi hermano", Javier Vargas. Un guitarrista tal vez demasiado cercano al territorio santanero como para que la mezcla resulte cegadora.

Como instrumentista, Santana no renuncia a los guiños para enterados, insertando citas de Milton Nascimento y otros. Pero también hay salidas tramposas, como las invitaciones a dar palmadas o el temible solo de batería. Son lapsos estéticos en un concierto que mantiene un ritmo feroz, con una banda amplia -10 músicos, incluidos dos metales- que en lo esencial llevan muchos años de carretera, pero que no han olvidado cómo reverdecer las clásicas. Canciones que todavía tienen estatura de gigante frente a la liviandad de la mayor parte del repertorio de Supernatural.

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