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Mejía se proclama vencedor de las presidenciales dominicanas pese a la suspensión del recuento

Juan Jesús Aznárez

El socialdemócrata Hipólito Mejía ganó las presidenciales de la República Dominicana rozando la mayoría absoluta cuando se había escrutado el 96,98% de las urnas. Obtenía entonces el 49,9% de los votos, doblando a sus dos adversarios: el oficialista Danilo Medina y el caudillo conservador Joaquín Balaguer. Inesperadamente, desencadenándose las sospechas, el conteo fue suspendido a las 11.20 de la mañana (hora local), argumentando la Junta Electoral Central (JEC) que sus miembros estaban agotados. Para entonces, Mejía aseguraba que era el presidente electo con el 50,7%.

"No hay ningún problema con el descanso. Ha sido una decisión consensuada", había tranquilizado el portavoz de la JEC, Wilfredo Alemany. A las siete de la tarde (hora local), proseguía "el descanso", los nervios y el desconocimiento de las causas que determinaron la interrupción de un escrutinio que hasta entonces había sido fluido: once partes publicados cada media hora aproximadamente. Si Mejía logra el 50% de los votos más uno no será necesaria una segunda vuelta electoral, y esa es la incógnita que esconde el 3,02% de las urnas por escrutar.La militancia del partido ganador cantaba victoria en las calles, y en una zona confluyeron a golpes con seguidores oficialistas -que pedían la segunda vuelta-. Poco después se escucharon detonaciones, al perecer disparos de bala.

Sí está claro que Mejía, de 59 años y candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), derrotó el domingo, por más de doble de votos, al contendiente del Gobierno, el centrista Danilo Medina, de 49 años, y al caudillo más longevo de América Latina, el conservador y siete veces presidente Joaquín Balaguer: 94 años y prácticamente inválido. En la pugna por el segundo puesto, el aspirante del oficialismo, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), obtuvo el 24,80% de los apoyos, aventajando por apenas 5.000 mil votos al venerado líder del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), que sumaba entonces el 24,68%. "Hay que esperar hasta el final, hasta el 100%", pedían los suyos.

Quien fuera presidente espantajo del dictador Rafael Leonidas Trujillo (1930-61) y pieza clave en la turbulenta transición hacia esta democracia antillana, acudió al colegio correspondiente en un viejo Mercury Grand Prix, adornado con los colores rojos del partido. Sepultado por un alud de periodistas y fanáticos, una delegada del PRSC acercó la urna al coche, y el general retirado Rafael Bello, jefe de seguridad del candidato, marcó la casilla de Balaguer. En el momento en que iban a entintarle el dedo, cayó el tintero sobre una parte de la cara y del uniforme. El caudillo ciego permaneció siempre impertérrito, ajeno al alboroto exterior, mudo, recostado en el asiento.

El escrutinio no había terminado al cierre de esta edición, pero si Mejía lograra oficialmente la mayoría absoluta proclamada por él en conferencia de prensa, no son previsibles cambios esenciales en este país de cerca de ocho millones de habitantes abierto a la inversión extranjera, cuyos principales ingresos son el turismo y las remesas de los compatriotas emigrados a Estados Unidos o a España.

Es de esperar, sin embargo, una reconducción sectorial de la liberalización económica y las privatizaciones aplicadas por el presidente Leonel Fernández. Las elecciones dominicanas, limpias y pacíficas, según todos los observadores, registraron la más alta participación en todas la historia de una nación cuya voluntad popular fue estafada durante décadas por caciques, sátrapas y políticos mendaces. "La verdad es que no esperábamos que los ciudadanos se iban a volcar a las urnas como lo hyan hecho. La abstención no llega al 20% es del 18%", destacó el presidente de la JEC, Ramón Morel. Inasequible al desaliento y masivamente, con una paciencia infinita pese a la lentitud y desquiciantes incomodidades sufridas en numerosos colegios, votó cerca del 82% del censo: las mujeres por la mañana y los hombres por la tarde.

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Danilo Medina, como anticipaban las encuestas, no despuntó pese a la popularidad de su presidente. La apuesta gubernamental fue siempre llegar a la segunda vuelta y pactar entonces el apoyo de Joaquín Balaguer, al igual que en las elecciones generales de 1996, año en que el inmortal conservador pidió el voto para Leonel Fernández, candidato del PLD. La coalición de conservadores y peledistas derrotó en segunda vuelta al socialdemócrata y carismático abanderado del PRD Francisco Peña Gómez, que había ganado la primera ronda. Sus orígenes haitianos, un baldón en República Dominicana, y el histórico antiperredismo de Joaquín Balaguer fueron determinantes en la decisión de promover la derrota del negro Peña.

El fuerte crecimiento logrado por el gobierno de Fernández durante los cuatro años de mandato, ocho puntos del PIB, el más alto de América, no fue percibido como equitativo en el campo y en amplios sectores sociales, y el pragmático Medina pagó las consecuencias. "Compañero, ¿cómo andamos?", era la entristecida pregunta de la entristecida militancia en la sede del partido. Las denuncias de corrupción, clientelismo, o derroche, el discurso popular de Mejía, y la masiva asistencia a las urnas de las bases del PRD, al que pertenece el supuesto presidente electo, le condujeron a la victoria.

Daniel Medina aceptó su suerte sin ambages: "Estamos en un modelo democrático, y en estos procesos de gana o se pierde. Hay que acatar los resultados". No parecen haber existido razones para no acatar los resultados. Los observadores nacionales e internacionales no detectaron trampas o irregularidad susceptibles de abrir paso a la impugnación.

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