Jubileo
Se dice en Roma que el sector opusdeista más conservador maniobra para obtener una jubilación anticipada del obispo de la ciudad eterna. Evitarían, así, la ruptura total que supone la muerte del soberano constructor de puentes y asegurarían un candidato bien reaccionario como Rouco, Ruini o Tettamanzi, unos apellidos sintomáticos de dureza, ruina o nutrición. Se neutralizó, en parte, con unas declaraciones a favor de la renuncia del obispo Lehman de Maguncia, calculadas a fin de provocar un amplio rechazo a cualquier hipótesis de dimisión. Frialdad teutónica, sabia diplomacia vaticana y finezza florentina para que la santidad de Wojtyla pudiera responder que "Dios nunca nos pide nada por encima de nuestras fuerzas".Como demostró el uno de mayo, juntando a los sindicatos en torno al altar, el compañero papa está en activo; ¡qué esperan los camaradas sindicados de aquí para peregrinar a Roma a ganar jubilares indulgencias!
Aún no ha llegado la colina vaticana a la altura de Montserrat con reflexivos abades vitalicios que, a los diez años de servicio, transfirieron báculo y ovejas -Pel maig, cada ovella amb sa parella- y se van a pastar cabritos por la santa sierra. O sea un patinazo el nombramiento del pensionista honorario de Sueca; será un grupo de viejos carlistas más papistas que el titular. O sea, un puro rumor, no descabellado, el retiro, llamado anticipado a los ochenta años -los mismos que tenía el Borja Calixto III cuando aceptó el cese por su marcha al cielo-, a un cenobio polaco del papa, nacido en Wadowice, donde le llamaban Lolek, el 18 de mayo del loco año 20, fiesta del alegre san Teodoto, tabernero que convertía agua clara en delicioso vino; el sueño de vinateros, que siete veces al día le piden: Sant Teodot, gloriós, feu-me fer els miracles que feieu vós.
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