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Los socialdemócratas dominicanos aspiran a lograr hoy la presidencia

Juan Jesús Aznárez

La idolatría reclama la clonación o banderas patrias con los huesos del caudillo Joaquín Balaguer, probable árbitro en las presidenciales de la República Dominicana. "¡Ay, Dios mío, si pudiera darle cuarenta años míos!", clamaba Danny Morel, dirigente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), del balaguerismo. El candidato socialdemócrata, Hipólito Mejía, es favorito, pero si no gana hoy por mayoría absoluta, una alianza del nonagenario caudillo con el oficialista, Danilo Medina, puede arrebatarle la victoria en la segunda vuelta.

El sueño del contendiente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Hipólito Mejía, es imponerse con el 50% de los votos más uno, y evitar la segunda ronda, la probable y fatídica pinza, el desenlace registrado en las elecciones de 1996. En aquella ocasión, también ganó la primera vuelta el candidato del PRD, el carismático Francisco Peña Gómez, un negro de origen haitiano, fallecido hace dos años, a quien Balaguer despreciaba. El camaleónico jefe antillano pidió el voto en segunda para Leonel Fernández, el candidato del PLD, y así lo hizo presidente, y frustró, de paso, las aspiraciones de Peña, a quien Mejía acompañó disputando la vicepresidencia. El perredismo teme que Balaguer, si no pasa hoy a segunda vuelta, pida el apoyo para Medina. Rezando para que no ocurra, Mejía no le ha tocado un pelo en campaña. Las elecciones de la República Dominicana, un país de cerca de ocho millones de habitantes, la mitad con derecho a voto, se desarrollarán sujetas a un severo escrutinio de observadores internacionales, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Centro Carter, entre otros, para impedir las trampas o irregularidades observadas en la mayoría de los procesos electorales desarrollados desde el año 1966.

Todas las encuestas conceden el triunfo a Mejía en primera vuelta, con más del 40% y menos del 50%, y un virtual empate entre Balaguer y Medina, que no acaba de aprovechar los éxitos macroeconómicos del Ejecutivo. Puede ocurrir, sin embargo, que el anciano empeñado en su octava presidencia gane a Danilo Medina. El acuerdo sería que el partido de gobierno respalde al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) para entronizar de nuevo a su vetusto fundador. La posibilidad de que recobre la presidencia entusiasma a los suyos y subleva a las víctimas de la dictadura. "¿Por qué votamos a Balaguer? Pues por lo mismo que ustedes votaron a Aznar: porque lo hizo muy bien", explicaba un incondicional en el mitin de fin de campaña, en una intersección del malecón de Santo Domingo y la avenida de Máximo Gómez, en el paseo recorrido diariamente por el sátrapa Trujillo, a quien Balaguer sirvió sin rechistar. El candidato conservador compareció en la tribuna elevada de la escollera de traje, corbata y sombrero de fieltro, en un ascensor, llamando a la unidad nacional. Fue aclamado por miles, jóvenes mulatos y pobres en su mayoría, que sudaban a chorros bajo un sol de justicia, sumergida en el merengue y a la charanga al término del discurso.

El gran patrón

Un candidato presidencial que no cuenta en los sondeos, un político que puede sincerarse porque no necesitará del gran patrón, es José González Espinosa, abanderado del Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD). Le duele que no haya un familiar caritativo, alguien que diga: "A mi papá, a mi tío-abuelo o a mi abuelo no pueden ponerlo en esas condiciones [las de candidato presidencial], ya no da más, no me lo expriman más". Joaquín Balaguer, según el senador, está agotado pero su gancho electoral es todavía importante, y aprovechado por mafias políticas y económicas longevas, por gentes que acumularon riqueza y horrores. "Pienso que en el mundo", agregó en un programa de televisión, "nadie va a entender que en la República Dominicana exista un candidato de 94 años, ciego, mermada su inteligencia. Mire, ni para un quiosco se busca una persona en esas condiciones".

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