Más sobre neorrealismo
JOSU BILBAO FULLAONDO
Días atrás, al comentar la oferta fotográfica del Photomuseun de Zarautz para esta primavera, citaba la exposición sobre neorrealismo colgada hasta fin de mes en la sala Sanz Enea. Observada con mayor detenimiento, su impacto multiplica el interés. Destila un néctar sencillo de emociones que Roberto Rosellini lo entendía como una manera despiadadamente concreta de mostrar la realidad. Son seis los autores que ponen a prueba su talento. Después de una guerra, con niños y personajes errantes como protagonistas principales, conjugan poesía y crudeza social; habla su imaginación, su creatividad. Además, los autores añaden a sus instantáneas una intuición privilegiada para elegir el cenit de las escenas. El resultado final de esta suma de valores se traduce en una auténtica romería visual de la naturaleza y la vida cotidiana en plazas y callejuelas italianas. Son tres los fotógrafos que inciden de manera especial sobre los territorios urbanos. Carlo Bavagnoli (Piacenza, 1932) abandonó sus estudios de Derecho para auscultar con la cámara el mundo que le rodeaba. Su reportaje sobre el barrio romano del Trastévere se convierte en paradigma de un estilo donde prevalece la reflexión intelectual. Es una actitud moral despegada de cualquier frivolidad que traduce en imágenes un profundo humanismo. Sus fotos son auténticos manifiestos del comportamiento social en un rincón del mundo donde las privaciones no hacen perder la alegría ni el carácter altanero de sus gentes. Lo muestra así la noble matrona que estalla en carcajadas ante una mesa donde se han vaciado una botella y cuatro vasos de vino. También el niño que muestra con alborozo tres chapas de refresco colocadas en su camiseta sin mangas, a modo de condecoraciones de guerra.
Inventario siciliano es un libro clave para bucear en los trabajos de Enzo Sellerio (Palermo, 1924). Los barrios populares de Palermo son los escenarios elegidos para descubrir el palpitar de la vida en rincones humildes. En su aproximación a los motivos no faltan segundas lecturas cargadas de ironía e intención. Las dos alargaderas que sobresalen del balcón donde está asomada una joven, según el punto de vista elegido, se convierten en prolongación de un pecho que resulta exageradamente pletórico. Pero toda su retranca se convierte en ternura cuando el juego despreocupado de una niña con su muñequito atrae la mirada tierna de un hombre, aparentemente brusco, sentado en un una silla del reves.
Mario Cattaneo (Milán, 1916) se encarga de recoger poemas callejeros de Nápoles en la misma línea humanista que los anteriores autores. Niños en bañador se cuelgan del tranvía, otros bailan al corro en un patio presidido por la hornacina de un santo, los adolescentes encienden sus primeros pitillos. Así son los protagonistas de un retrato peculiar de esta ciudad donde la frontera de la vida y la muerte se pierde con frecuencia. Para los cuadros de la naturaleza, el proyecto de Toni del Tin (Venecia, 1912) esta colmado de una suave lírica que inevitablemente impregna sus emotivos paisajes. Horizontes abiertos, interminables territorios de agua y luz veneciana donde arboles, animales o figuras humanas del todo los días parecen aislarse de una realidad que no sea la suya propia.
Enrico Pascali (Bolonia, 1923), ofrece su visión sobre la actividad campesina y su entorno. Es de resaltar el soberbio trabajo sobre la recolección de arroz en los estanques del rio Po por jóvenes estudiantes. Actividad laboral y descanso lo protagonizan mujeres de las que el fotógrafo saca innumerables sugerencias estéticas. Su trayectoria alcanzó dimensión internacional en la Bienal de Amsterdam de 1986, donde llevó importante testimonio de la reconstrucción de Bolonia después de la segunda guerra mundial. Finalmente, Franco Pinna (Cerdeña, 1927) nos lleva con su mirada a su tierra natal. Extraído de sus expediciones etnográficas nos enseña con cierto tono melancólico paisajes y personajes con los que rememora los etéreos espacios de su infancia.
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