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Reportaje:EMPRESAS» Hispalcerámica, S. L.Datos de interés

Una industria ceramista reproduce y pinta a mano cualquier pieza Azulejos para todos los caprichos

Los japoneses, siempre dispuestos a copiarlo todo, no pueden creerse, cuando visitan Hispalcerámica, que las puertas se les abran de par en par sin que haya truco en ello. "Que nos dejen hacer fotos en una fábrica, es la primera vez que nos ocurre", cuenta Antonio Moya que le dicen, cuando grupos de empresarios nipones, interesados por el arte ceramista, visitan Sevilla. Moya, gerente desde hace 22 años de la empresa, sonríe y apostilla: "Ustedes pueden copiar lo que ven, pero la chispa y la sensibilidad de estos artistas, trasmitida de padres a hijos durante siglos, no". Por tanto, no hay truco; todo se debe al buen hacer de los profesionales que, con sus manos, son capaces de reproducir cualquier azulejo antiguo, sea cual sea el dibujo y la tonalidad de sus colores.Hispalcerámica, nacida hace casi un siglo en el corazón de Triana, tuvo que trasladarse a finales de los años 70 al polígono industrial La Chaparrilla, en la periferia de Sevilla, "por razones de espacio y para evitar cualquier molestia a la población", recuerda Moya. Pero los materiales y los métodos de trabajo siguen siendo los mismos. La elaboración de cada pieza es totalmente artesanal. Esto es lo que sorprende a los empresarios japoneses, que no entienden cómo una persona puede dedicarse a pintar, uno por uno, azulejos. " Dudan que este trabajo sea rentable", dice Moya. "Y no lo es", apostilla. "Pero sacamos nuestro sueldo y conservamos, ¡esto es lo importante!, el espíritu familiar y tradicional del taller, tan necesario en estos casos, cuando se trata de hacer trabajos como éstos".

En Hispalcerámica, que tiene vendida toda su producción de antemano, trabajan 26 personas; y se da el caso curioso de que, en verano, cuando el joven aprendiz Antonio haga sus prácticas, habrá trabajando, en la fábrica, cuatro generaciones de la misma familia. Entre ocho y diez años, según Moya, tarda en formarse a un buen pintor ceramista.

La base del azulejo es el barro. Media docena de arcillas diferentes, decantadas y convenientemente mezcladas -"como en todos los trabajos de este tipo, también nosotros tenemos nuestros trucos y secretos para crear colores propios", aclara Antonio Moya-, convierten, casi en única, la azulejería de esta empresa.

Entre 70 y 80 toneladas de arcilla consumen al mes y el gasto en esmalte base en ese tiempo se acerca a los 8.000 kilogramos. La cocción del bizcocho (barro tierno) se realiza en hornos modernos alimentados por gas, a una temperatura próxima a los 1.050 grados; en cambio la del azulejo ya esmaltado no supera los 980 grados. "Pero el diablo siempre está dentro del horno y, por tanto, nunca sabemos qué ocurre allí. Las sorpresas, al abrirlo, son inevitables", comenta Moya. Las piezas defectuosas se destruyen.

Sistemas como "el estorcido", consistente en pasar una muñequilla rellena de carbón sobre un papel transparente, y en el que previamente se ha punteado el dibujo original, o el de la "cuerda seca", heredados ambos de los árabes son práctica diaria en este taller. Y todo es tan estricto, tan radicalmente tradicional, que hasta los pinceles siguen fabricándose en el taller con las cerdas de la cola de los burros que, de tiempo en tiempo, Manuel Moya va a comprar a Coria.

Príncipes y reyes, instituciones del Estado y autonómicas, potentados, "toda la jet-set", recalca Moya, son clientes de Hispalcerámica. También los jeques árabes adornan sus palacios con los azulejos de esta empresa. Hispalcerámica ha restaurado la cúpula dorada, en azulejos pintados en oro de 24 quilates, del palacio principal y la mezquita de Abudabi, el hotel Sheraton de El Cairo, los frescos de la Universidad de Navarra, el Casino de la Exposición de Sevilla, la Real Escuela Ecuestre de Jerez.... "Nuestro fuerte, desde luego, es la restauración", precisa el gerente y comenta que en Estados Unidos y en Japón están algunos de sus principales clientes.

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Pero también cualquier persona, "que tenga algo que restaurar, aunque sólo sea una pieza", puede acercarse hasta esta industria y solicitar un presupuesto. Un viejo mural de alguna escena o imagen religiosa, por ejemplo, de 1.20 metros de alto por un metro de ancho, puede costarle al cliente en torno a las 150.000 pesetas. Cenefas, zócalos, azulejos rústicos y antiguos, molduras, accesorios para el baño, piletas, fuentes, tejas, buzones, aguamaniles, placas de señalización... "Cualquier cosa que el cliente solicite, se lo hacemos", concluye Antonio Moya.

JOAQUÍN MAYORDOMO

Dirección Pol. Ind. La Chaparrilla, P-42 - 41016 Sevilla

Tf. 954 40 13 33

Empleos

26

Facturación

200 millones

Producción

Azulejería decorada

a mano

Los pinceles

los fabrican con las cerdas de las colas de los burros que adquieren en Coria

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