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Querellas de familia

El actual Gobierno de Andalucía es resultado del acuerdo legislativo entre dos partidos, PSOE y PA. Fruto de aquel pacto fue la entrada de dos consejeros andalucistas en el Gobierno del presidente Chaves. En estos últimos días, y me da la impresión de que también en el próximo futuro, ambos partidos son noticia por la diversidad de opiniones que se están dando en su interior en relación con la actuación de sus direcciones. Lo significativo del caso es que no son militantes sueltos, aislados, de base como se decía antes, los que ejercen la crítica a sus dirigentes, sino que son parte de la misma dirección la que critica al exponente máximo de la misma.En el caso del PA asistimos a un ya histórico conflicto entre el núcleo en torno al fundador Rojas-Marcos y el encabezado por el alcalde de Jerez, Pacheco. La presentación de varias candidaturas para la próxima dirección andalucista, y dado el historial clínico de este partido, no apunta a un final de síntesis, sino a la división o cuando menos a una profunda quiebra orgánica. Y eso sería grave en un partido que soporta un gobierno de coalición.

El PSOE estuvo a punto de alcanzar la mayoría absoluta y, sin embargo a partir de las elecciones y de la constitución del gobierno en Andalucía comienza a manifestar síntomas inquietantes, entre los que creo más llamativo el del aislamiento social. Toda su fortaleza electoral no se traduce en apertura e integración de aquellos sectores sociales más dinámicos y que más pueden aportar para el futuro de nuestra comunidad, sino todo lo contrario. Lo anterior parece incongruente pero creo que es lo que se está produciendo. La querella expresada por el vicesecretario general, el malagueño Asenjo, o el presidente del Parlamento, el granadino Torres Vela, no hacen sino manifestar un estado de descontento interno entre el grupo de dirección socialista andaluz. Lo grave sería que sólo se expresara como eso, querellas familiares o interprovinciales, y no como síntoma de algo más profundo y que tiene que ver con la tendencia a la oligarquización de los partidos y con la falta de ilusión y encanto social que generan hoy día las instituciones partidarias. A pesar de ganar las elecciones.

JAVIER ARISTU

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