El nuevo delegado del Gobierno se marca como objetivo mantener "las más altas cotas de orden público" en Madrid
El nuevo delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Javier Ansuátegui, de 61 años, se mostró ayer satisfecho por su nombramiento, con el que considera que se le encarga "una labor importante y compleja". Ansuátegui, delegado del Gobierno en Navarra desde mayo de 1996, aseguró a Efe que "es muy pronto" para hablar de retos. "No voy con afán de protagonismo; las competencias de la Delegación del Gobierno son las legalmente establecidas y a ello me voy a dedicar". Entre estas competencias destacó el objetivo de "mantener las más altas cotas de orden público y seguridad ciudadana como requisito importante para la convivencia en paz y en orden en el marco del Estado de derecho". Uno de sus primeros retos será, sin duda, tranquilizar el barrio de Lavapiés, convulsionado por recientes episodios violentos.Éste fue también uno de los objetivos que se marcó cuando tomó posesión de su cargo en Navarra, donde, según dice, la situación actual en relación con la violencia callejera ligada a ETA es "completamente distinta" a la de 1996.
El sustituto del dialogante Pedro Núñez Morgades -quien ahora estudia aceptar un alto cargo en el Ministerio de Defensa- es consciente de que llega a "un destino en el que hay una enorme concentración humana y donde se da cita, junto a la delincuencia común, el crimen organizado y, por supuesto, el terrorismo, que tiene como objetivo la sociedad entera".
Frente a las críticas políticas y ciudadanas recibidas por algunas actuaciones policiales, Ansuátegui replicó: "No se ha hecho otra cosa que no haya sido hacer respetar el Estado de derecho y exigir el cumplimiento de la normativa vigente en cuanto al ejercicio de los derechos de reunión y manifestación, y, por supuesto, en la defensa de la libertad necesaria para que la convivencia haya quedado preservada de los ataques de los grupos radicales".
En réplica a la imagen de duro que se ha labrado en Navarra, el nuevo delegado declara: "Soy un hombre de una enorme carga emotiva capaz de neutralizar, lógicamente ante las gentes normales, esa primera imagen que me consta que doy de frío, de calculador y de duro, que nada tiene que ver realmente con mi verdadera personalidad".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.