"Pretender resucitar a las viejas glorias del toreo es un error"
"Toda la vida se ha apostado por los jóvenes. La fiesta de los toros es una sucesión ininterrumpida de figuras que todo lo más duraban siete años en activo". El empresario José Luis Lozano defiende de este modo los carteles de la Feria de San Isidro que empieza hoy. Habla contra el reciente furor por reaparecer de toreros con más de tres décadas de alternativa a las espaldas. "Resucitar a las viejas glorias es un error. Hay que insistir en que el escalafón está lleno de jóvenes que no son simples promesas", dice, y puntualiza: "Todos ellos componen la realidad de la fiesta y están aquí".
Para precisar acude a un ejemplo gráfico: "Por lo que tengo entendido, y salvando las distancias de tiempo, los precios que están adquiriendo en la reventa las entradas de la confirmación de El Juli sólo son comparables a los del debú de El Cordobés". Para el empresario, éste es sólo un dato asociado a un nombre, pero hay más: "Basta fijarse en lo que ha pasado en Valencia y Sevilla. Ahí están Morante, Abellán, Eugenio de Mora o Caballero".
"El error", continúa Lozano, "lo están cometiendo determinados empresarios que creen que lo genial es hacer reaparecer a los toreros de antes. De toda la vida, lo que ha demandado el público han sido rostros nuevos".
"No sólo es El Juli", apunta el gerente de la empresa, Manuel Cano. Su intención, además de subrayar la argumentación de Lozano, es socializar el interés de una feria marcada por la ausencia del triunfador del año pasado, José Tomás. "Todos los sanisidros son semejantes. Al principio se habla mucho de quién falta. Hasta que sale el primer toro. Entonces, la propia mecánica de la fiesta deja todo en el olvido".
En total son 28 festejos. "Es demasiado tiempo para pensar en una persona. Lo mismo ha ocurrido en Sevilla", insiste Cano. "Los motivos por los que Joselito y Tomás no han querido torear ni en Sevilla ni en Madrid son de sobra conocidos. Lo único que quiero dejar claro es que la empresa se ha esforzado en dar todas las facilidades", comenta el gerente. Ninguno de los dos admitía ser televisado. Como sea que la empresa había ya negociado con Vía Digital la retransmisión de toda la feria, no quedaba otra: o toreaban fuera de San Isidro o lo hacían con la televisión como testigo. La empresa llegó a contemplar la posibilidad de ampliar el ciclo dos días más. Los matadores, caso de haber aceptado, habrían toreado fuera de abono. Conclusión: no están.
Para Lozano, la actitud de los dos diestros supone un paso atrás notable: "Si la televisión no existiera sería imposible pagar lo que se paga a las figuras. Si no quieren aparecer en la pantalla tendrían que aceptar bajar sus honorarios". "Tampoco vale", prosigue el empresario, "que por culpa de la tele se queme antes la imagen del torero. Eso ocurriría si la retransmisión fuera en abierto. Al hacerse codificada se acerca la fiesta al aficionado sin que la taquilla se resienta. Además hay un dato claro: en los años cuarenta no había televisión y las carreras duraban poquísimo. Ahora, con ella, duran 20 años. ¿Qué ocurre? El problema está en otro lado". "En cualquier caso", concluye Cano, "la fiesta es ésta". Y empieza hoy.
Babelia
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