¿Por qué?
Tengo 26 años, soy vasca y resido en Buenos Aires desde principios de año. Cuando me fui de mi San Sebastián natal, junto con la pena de dejar a mi familia, amigos y recuerdos, sentí cierto alivio al pensar que ya no iba a tener que vivir tan directamente la tristeza y la violencia de los atentados y demás actos terroristas que, por desgracia, me han acompañado durante toda mi vida, sin que por ello haya llegado a acostumbrarme. Pero no ha sido así; en la era de las comunicaciones no se puede huir casi de nada. Y desde el lunes, cuando me enteré inevitablemente de la nueva barbaridad cometida por mis compatriotas, vuelvo a sentir la misma angustia y tristeza de siempre. Sigo sintiendo la falta de auténtica democracia y libertad que sufre mi tierra, el fascismo que soporta desde los tiempos de la guerra civil, el mismo que soportó José Luis López de Lacalle con cinco años de cárcel y una pena de muerte que ha acabado con su vida. Porque el fascismo de Franco le quitó la libertad, pero el de ETA y los ultranacionalistas le quitaron la vida.En Argentina hay muchos vascos que un día tuvieron que emigrar y que han hecho muchas cosas buenas por este país, que tan bien los acogió. Paseando por Buenos Aires y leyendo los letreros de las calles o recorriendo el mapa, uno se da cuenta de la importantísima huella que dejaron por la cantidad de nombres euskaldunes. Gente trabajadora y honrada que dejó bien alto el honor de ser vasco.
Pero ahora, cuando digo de dónde soy, siempre lo mismo: "¿Donde la ETA, no?". Por no hablar de cuando llegan noticias de atrocidades como la ocurrida el domingo. Entonces surgen miles de preguntas, y yo... ¿cómo explico qué pasa?, ¿por qué tanta gente les apoya?, ¿por qué siguen?, ¿por qué no se acaba?, ¿por qué matan a gente que siempre ha luchado por la libertad, que ha demostrado querer a su país?, ¿por qué todos los vascos que decimos no apoyarles no hacemos todo lo legal y moralmente posible para que esto acabe? Y la única respuesta que tengo es: "No sé, yo tampoco lo entiendo".- . .
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