La memoria de Matxitxako
El barco Nabarra, un bacaladero habilitado como buque de guerra, se hundió en las aguas del golfo de Vizcaya. Era el 5 de marzo de 1937. A pesar de tener más de 180 impactos en su casco, el capitán del Nabarra decidió mantener su navío combatiendo contra el mayor buque de guerra de la Marina franquista, el Canarias. No rendirse jamás. Pero el Nabarra se hundió. Sólo 14 de sus 52 tripulantes lograron llegar a los botes salvavidas y fueron hechos prisioneros por el Canarias.Este barco hundido en la mayor batalla naval de la guerra civil se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad. Durante 63 años, sus restos han reposado en el fondo del Cantábrico. Hasta ahora. La productora audiovisual Itesa y la Fundación Sabino Arana han localizado frente al cabo de Matxitxako los restos de una embarcación que, según todos los indicidos, podrían ser los del Nabarra.
Desde hace siete años, el periodista y especialista en submarinismo Xabier Armendariz ha estado siguiendo la pista de este heroico barco. Hace un año, la productora Itesa y la Fundación Sabino Arana se pusieron en contacto con él para realizar un documental para ETB sobre la batalla naval más encarnizada de la guerra civil. Las expediciones realizadas en las últimas semanas, en las que se utilizaron un sonar y un robot de grabación, han concluido en la localización de los probables restos del Nabarra y, además, del pecio de una patrullera alemana hundida en la Segunda Guerra Mundial por el submarino norteamericano USS Blackfish, el 19 de febrero de 1943. De ambos navíos se han conseguido imágenes de robot a gran profundidad. "Ahora sólo queda encontrar los apoyos necesarios que permitan financiar la expedición submarina que confirme la autenticidad de estos restos", indicaba ayer la Fundación Sabino Arana en una nota.
Interceptar dos mercantes
La historia se remonta a primeros de marzo de 1937, cuando las fuerzas navales franquistas se hallaban desplegadas por el Cantábrico, bloqueando la costa, para interceptar la llegada a puerto de dos mercantes vascos. Uno era el Mar Cantábrico, con un importante cargamento de armas, y el otro era el Galdames que iba a salir de Bayona hacia Bilbao con 137 pasajeros y tres toneladas de niquel acuñadas en Bélgica para el Gobierno vasco.
El Galdames iba escoltado por cuatro bacaladeros (bous) habilitados como buques de guerra con pequeñas piezas de artillería a popa y a proa: el Gipuzkoa, el Bizkaia, el Donostia y el Nabarra. Mientras, de El Ferrol partía el crucero Canarias, con ocho grandes cañones, para impedir la entrada a puerto de cualquiera de los dos mercantes esperados.
Eran jornadas de mal tiempo y los barcos navegaban con las luces pagadas y la radio en silencio para no ser localizados. El Canarias se encontró primero con el Gipuzkoa, al que atacó. Seriamente dañado, el bou logró retirarse a Portugalete. Mientras, el Bizkaia se topó con el Yorkbrook, un barco de bandera estoniana que había sido capturado por el Canarias y que transportaba armas para los republicanos. El Bizkaia, aprovechando que el buque franquista luchaba contra el Gipuzkoa, condujo al Yorbrook al puerto de Bermeo y recuperó así el buque y el armamento.
El Canarias abrió fuego después contra el Galdames, causando la muerte a cuatro pasajeros, por lo que el mercante izó la bandera blanca. Tras disparar contra el Donostia, que se alejó, dirigió su ataque contra el Nabarra. El comandante de este barco, Enrique Moreno, decidió hacerle frente a pesar de la desigualdad de fuerzas. Durante más de hora y media sostuvo una lucha encarnizada hasta que un disparo del crucero le alcanzó en las calderas. El Nabarra se quedó sin propulsión y hubo de ser abandonado. El comandante y varios tripulantes decidieron no rendirse, quedarse a bordo y hundirse con el barco. Esta derrota militar se convirtió a los ojos de los vascos en una victoria moral. Se realizaron actos en favor de los marineros fallecidos e incluso el Aberri Eguna de ese año se convirtió en un homenaje al marino vasco.
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