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FÚTBOL El campeón de Europa será español

Anelka despierta justo a tiempo

Diego Torres

El cráneo perfectamente oval de Nicolas Anelka se elevó sobre el área grande del Bayern para mandar la pelota a la red. Fue el gol del empate a uno, el que prácticamente colocaba al Real Madrid en la final de París. También fue el tanto que empieza a levantar las sospechas sobre Anelka, que ha despertado en el momento cumbre de la temporada. Un triunfo personal para el delantero, que acaba de cumplir 21 años y llegó al Real Madrid a cambio de 5.600 millones. Ha vivido una época de confusión que ha estado a punto de marginarlo del club, por sus reivindicaciones egoístas y por su pésima relación con los capitanes del vestuario. Parecía un caso perdido. Un juicio apresurado, a decir de su actuación de ayer. Ese despliegue de frialdad, arranques, frenadas y recortes, que de un cabezazo lo llevó a la gloria.El delantero francés se aferró al banderín de un córner para celebrar el gol. Señalando al graderío atestado de camisetas rojas esperó a que un puñado de compañeros acudiera a darle la enhorabuena. Las felicitaciones del héroe. Porque ayer en el Estadio Olímpico, cuando el Bayern de Múnich encarrilaba su remontada con un 1-0, y el olor de los humos de embutidos asados enardecía a los hinchas bávaros en cánticos de tradición alpina, el Real Madrid se encontró en un verdadero aprieto.

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Necesitado de suerte

Un avispero en el que Raúl no acertaba a meter el gol de oro en su ida y vuelta constante de la delantera al área del guardameta Kahn. El primer tanto había llevado al Bayern a un paso de la remontada, y había puesto al Real Madrid al borde del despeñadero, muy necesitado de suerte y actos heroicos. Como el de Anelka. Que apareció en el área enemiga con su cráneo afeitado y saltó para cabecear un centro de Savio en el minuto 31.

El de ayer fue el tercer gol de Anelka en Liga de Campeones en lo que va de su carrera. El primero lo anotó jugando para el Arsenal, hace casi dos años. El segundo lo metió en el estadio Santiago Bernabéu, tras un magnífico pase de Raúl que puso al Bayern de Múnich en estado de alerta roja. El tercero lo hizo ayer y valió medio pase a la final de París, además de situarle en una posición políticamente más reposada dentro del club.

Porque nadie con un poco de poder en la plantilla del Real Madrid le apreció nunca. Nadie quiso que triunfase. Algunos miraron con desánimo sus primeros goles. Anelka se quejó de que no acudían a felicitarle, cuando los hizo, en el Mundial de Clubes disputado en Brasil.

Las lesiones de ligamentos en las rodillas lo hundieron un poco más. Y hace un mes reapareció tímidamente, tras la estela de Morientes, que vive horas bajas de rendimiento. Y reapareció en forma de héroe.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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