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PSICOPATOLOGÍA Hiperactividad, la cara oculta y desconocida del fracaso escolar

"Mi hijo no para". Muchos padres lo desconocen, pero detrás de esta queja suele encontrarse algo más que un niño inquieto. Si el pequeño además se distrae con facilidad, duerme poco, deja a medias las tareas y los juegos, tiene explosiones de mal genio y a menudo desobece las normas, es muy probable que padezca hiperactividad. Según los expertos, este trastorno infantil afecta del 3% al 6% de los niños escolarizados, aunque la mayoría de los casos ni siquiera está diagnosticado. Debido a que estos pequeños no son capaces de mantener la atención durante mucho tiempo, la complicación más frecuente suele ser el fracaso escolar, pese a que su coeficiente intelectual es normal e incluso a veces más alto que la media."El problema no es que no sean capaces de comprender, sino que no son capaces de concentrarse, y no porque no quieran atender, sino porque no pueden", aclara el neurofisiólogo Paulino Uclés, jefe de sección de Neurofisiología Clínica del hospital Miguel Servet de Zaragoza. Durante muchos años los expertos americanos atribuyeron la hiperactividad al estrés de la vida moderna. Uclés, sin embargo, se enrola en la corriente que achaca la patología a una disfunción cerebral. "Las personas normales filtramos los estímulos. Estos niños no son capaces de seleccionar los estímulos porque el gen encargado de poner las pantallas para enfocar la atención está alterado. Tal vez en el futuro la solución será la terapia génica", dice.

El tratamiento es largo: la curación nunca llega antes de siete u ocho años. Si los casos se abordan precozmente, los resultados son mejores. Con frecuencia son los maestros los que detectan el trastorno, cuando el niño tiene cinco o seis años y comienzan los problemas en el colegio. Rosa Serrate, psicóloga y pedagoga que, en colaboración con Uclés, ha desarrollado un tratamiento integral de la patología, recomienda que los padres acudan de inmediato al especialista, porque en la adolescencia la hiperactividad se complica con depresión, agresividad y trastornos disociales. "Entonces las soluciones son más difíciles", advierte Serrate.

En el VII Congreso de Psicología Clínica y de la Salud celebrado en Málaga, ambos facultativos hicieron balance de dos años de trabajo en los que han aplicado el tratamiento, que incluye la administración de psicoestimulantes y una terapia psicológica para mejorar la concentración. Según sus datos, el 90% de los casos ha experimentado una sensible mejoría. Para Serrate y Uclés, el alto fracaso de otros tratamientos se debe a que los pequeños son tratados de forma unilateral, bien por neuropediatras en instituciones públicas o por psicólogos de gabinetes privados. "No ven al niño en su conjunto y, por tanto, no mejora", insisten.

El método combina los psicoestimulantes para calmar a los pequeños con ejercicios físicos que aumentan la atención y una terapia que involucra a la familia para ayudar a los padres a controlar los comportamientos intempestivos de sus hijos. Según las conclusiones presentadas en el congreso, el tratamiento integral redunda en una mejoría "al día siguiente en el confort familiar y a los seis meses en el rendimiento escolar". Serrate apunta que es conveniente contar con la colaboración del maestro. "Estos niños necesitan mucho ejercicio físico. No se les puede privar del recreo porque hayan estado muy inquietos en clase", aclara. La psicóloga desconoce cuántos pequeños puede haber sin diagnosticar, pero calcula que la relación entre sexos es de seis niños por cada niña afectada.

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