Nacida para bailar
Cuando Merche Esmeralda baila, el espectáculo crece. Es mujer con una gran presencia escénica, llena los espacios, les da un sentido. Y baila, tiene baile en cada poro de su piel. Es -aquí sí viene bien decirlo- una mujer nacida para bailar.Porque todo el espectáculo parece pensado y puesto en pie para que Merche Esmeralda pueda explayarse a satisfacción en su sabiduría bailaora. Sus ciclos van pasando de una a otra familia de géneros flamencos, y en todos ellos pone Merche Esmeralda la luz de su baile, su generosa sonrisa, la estampa de un cuerpo que puede parecernos escultura, la riqueza y el gusto exquisito de sus atavíos; incluso pone su voz en un tema lleno de encanto.
La bailaora no descuida nada, nada, que pueda menoscabar la perfección de su baile. Tiene como un sexto sentido que le hace decantarse siempre por lo mejor para su baile, descartando lo que es inoperante o, más simple aún, inaceptable para el mismo.
Ciclos
Ballet de Merche Esmeralda. Teatro Villamarta. Jerez de la Frontera, 7 de mayo.
Lamentablemente no tiene igual acierto para saber lo que conviene o no a su compañía. Y así, cuando Merche Esmeralda desaparece del escenario, se aprecia de inmediato una bajada considerable en su nivel de calidad.
Diferencia
Merche Esmeralda no ha sabido -o no ha podido- rodearse de bailarinas y bailarines que den la talla que merecería la estrella, y la diferencia es demasiado notable para que pase inadvertida.
Hay también algunos fallos estructurales en el planteamiento del espectáculo, ciertos espacios vacíos, pero nada de ello desmerece grandemente un espectáculo en el que Merche Esmeralda se prodiga con mucho arte, no menos belleza y un saber rodear el hecho escénico de una dignidad que se agradece. En medio de todo, como la joya de la corona, su baile por soleá, enfundada en una espectacular bata de cola roja.
Babelia
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